Ecuador, 25 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Entre mimos y humo, Bossa disfruta de lo que Olmedo no pudo

Su cola parece un plumero y es la burla de los que esperan en la parada de bus por la Avenida Principal de Miraflores. “Hola Bossa”, la saluda uno de los cuidadores de autos parqueados al pie de la Iglesia San Judas Tadeo. Ella se acerca a recibir las caricias del delgado señor, pero algo le genera estornudo y regresa hacia mí. Él tiene un “porro” que apaga al ver a un cliente arrimarse a la vereda: “Póngalo acá, jefe”, grita.

Bossa acelera el paso y una cuadra más adelante se acerca a Pancho, un perro mestizo que espera a su dueño afuera de su casa. Ambos agitan sus colas y se olfatean ante el ladrido de otros perros que los observan con envidia tras las rejas de sus casas. Una delgada chica de cabello rojizo se acerca impacientemente.

Viste una bividí que deja ver los tatuajes que lleva en su brazo derecho: “¿Por qué pelaste a tu Golden?”, pregunta. Pancho se aleja y Bossa vuelve a estornudar. El calor le provoca fuertes alergias, es la respuesta. Ella se acerca a mi oído, sin rubor, mientras sostiene un corto y fino cigarro encendido: “¿Podrías darme algo de dinero? Es que se me partió un diente”. Pero el canguro que llevo solo tiene fundas para recoger excremento, y me despido.

El recorrido sigue. La siguiente parada es la esquina de la Tercera. “Bossa trasquilada”, expresa entre risas el cuidador de carros de los cangrejales mientras le soba el lomo.  

Ya cerca de casa la perrita camina hacia la esquina frente a las canchas de béisbol. “Bossa, Nossa, Assim voce me mata”, le canta un flaco y bajito hombre que vigila algunos vehículos. “¿Quieres un poquito?”, le dice a la Golden que estornuda y que regresa apresurada hacia mí.

Pienso en lo habitual que se ha vuelto el consumo de marihuana en la ciudad. Pero Bossa no tiene prejuicios, pues a diario saluda a esos cuidadores con la misma nobleza. Disfruto de la suerte de Bossa, la que en cambio no tuvo Olmedo, el perrito que deambulaba por la Universidad de las Artes y que murió por comer vidrio molido. Estas líneas son en su honor, por su vida entre la indiferencia y el cuidado de ciertos guardias que lo mimaron tanto como los de Miraflores a Bossa. (I)

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado