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El Telégrafo
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Aquí, los pavos no se queman en la puerta del horno

Aquí, los pavos no se queman en la puerta del horno
25 de diciembre de 2018 - 00:00 - Néstor Espinosa

El invierno nos puede tomar por sorpresa, pero las fiestas de Navidad y Año Nuevo jamás cogen desprevenidos a los guayaquileños.

Desde noviembre, las colas en los restaurantes especializados en horneado de pavo y piernas de chancho toman los pedidos que entregarán en las semanas de entre el 20 y 31 de diciembre. Clientes como María Ramírez ordenan doble, pavo y chancho. Ella

Llamó con un mes de anticipación al Sabrosón para ordenar la entrega en su casa del km 16 de la vía a la Costa. Sin embargo, el sábado 22 de este mes optó por acercarse al restaurante a recoger su pedido. “No voy a arriesgar, puede llover y la vía a la Costa se vuelve intransitable por las pozas que se forman”, reprocha la mujer mientras muestra la factura a un guardia de seguridad que le permite la entrada al cuarto de horneado.

El rostro de María no puede ocultar la sorpresa de ver tantas aves doradas y tantas piernas listas para hilachar.

Se lleva las manos a la cara de sorpresa y pregunta cuál es su orden para tomarla. En dos fundas plásticas grandes, Miguel, vestido con una camiseta azul con el logo de El Sabrosón y unas botas de invierno color amarillo, le entrega el pavo de mediano tamaño y la pierna de 24 libras. María no puede con el peso de ambos potajes y pide ayuda al guardia de seguridad.

Mientras tanto, Miguel continúa poniendo y sacando pavos de dos gigantes hornos. “No puedo ayudar a la señora porque si me descuido del horno se me queman los pavos”, justifica.
Tres mesas gigantes están saturadas con charoles de hierro enlozado en los que se hornean y en los que esperan a los clientes.

De repente, entra otro cliente. Llega con termo azul para llevar su presa. Una pierna de chancho de 15 libras. “¿Cuál es la mía?”, pregunta, y Miguel le muestra una pequeña presa de chancho. “para eso traje tremendo cooler”, dice con una sonrisa. El dependiente y horneador también sonríe y repregunta si la quiere con jugo o sin jugo. “Con jugo”, le contesta. (I)

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