Martes 19 de febrero. El día está soleado, el cielo despejado, la gente en la calle disfruta la hermosura de la mañana y agradece que no haya signos de lluvia en el horizonte. De repente, las nubes grises empiezan a aparecer y se mueven con rapidez desde la cordillera Chongón-Colonche, en el oeste, hacia la ciudad, en el este. Son las dos de la tarde y repentinamente todo oscurece.

Desde el puente Cinco de Junio, en la avenida Carlos Julio Arosemena, pasando por Urdesa y Los Ceibos, la tarde parece más bien el inicio de la noche. Ya son las 15:00. Desde el sector de la vía a la Costa, ciudadanos como Antonella Weison reportan que la lluvia cae como chiflón, con fuerza y cierta violencia por la ventolera. El aguacero fue corto.

En solo 10 minutos de tormenta, a la altura de la cooperativa Portete de Tarqui, un poco más allá de Riocentro Los Ceibos, con dirección a Santa Elena, la carretera parece un río crecido. Los carros más grandes, sin consideración alguna, aceleran y cubren a los más pequeños con agua lodosa. No les importa que puedan generar accidentes. En el parterre, precisamente, un joven totalmente empapado, por la lluvia y por los carros, espera una pausa en el tráfico para cruzar.

A la altura del puente de la Perimetral caen dos chorros como cascadas andinas. Los choferes los esquivan porque nunca se sabe qué puede venir en ese líquido. El tráfico es lento. A lo lejos se observan luces intermitentes, de Policía, de tránsito, ambulancia, no se puede saber aún. Ya un poco más cerca se nota que son los bomberos de Guayaquil.

Esos 10 minutos de lluvia fueron más violentos que lo normal. Los bomberos, en el primer retorno de la autopista a Salinas, cortan un árbol seco que cayó sobre la vía, esa acción junto con la calzada mojada bloqueó la circulación completamente. La alteración del clima es grave, repite Antonella Weison, y sugiere prestar más atención a estos eventos porque algo nos intenta decir la naturaleza. (I)