Ecuador, 26 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Hasta que la muerte nos separe, historias de amor en Lisboa

Amores y desamores tienen cabida en “Hasta que la muerte nos separe”, la romántica ruta que propone el cementerio dos Prazeres de Lisboa para una original celebración del día de San Valentín. “Aquí es donde todo termina, pero también donde todo comienza”, asegura Licínio Fidalgo, experto en Historia y guía del mayor camposanto de la ciudad, que pretende atraer a enamorados de todo el mundo.

Los Prazeres merece una visita. Con o sin amor. Poco importa que buena parte de los protagonistas de los relatos de Licínio no reposen en el cementerio. Con impresionantes vistas sobre el puente XXV de Abril y el Tajo, Prazeres heredó su nombre de una finca próxima a Campo de Ourique, en el oeste de la ciudad.

Sus calles impolutas, custodiadas por cipreses, y su arquitectura monumental crean una atmósfera que invita a la reflexión. Aquí descansan grandes de la historia portuguesa y guarda un rincón para artistas, bomberos y policías. En una tumba construida con piedras y árboles y coronada por una cruz, reposa Elise Hensler, segunda esposa de Fernando II.

Ella, suizo-americana, cantante de ópera. Él, rey viudo y amante de las artes. No fue una relación bien vista, así que Fernando esperó a que su hijo Pedro asumiera el trono para casarse con Elise, nombrada condesa d’ Edla. “Fueron dos almas gemelas. Todo el romanticismo de la sierra de Sintra se debe a ellos”, afirma Licínio.

A la muerte de Fernando, Elise se mudó a Lisboa con su hija Alice, “que pensaba que era su tía”. “En su lecho de muerte reveló que era la madre de Alice”, puntualiza Licínio. Estuvieron juntos hasta la muerte, pero Fernando fue enterrado con su primera mujer, la reina María, en el panteón real de Alcobaça.

Tampoco Fernando Pessoa descansa con Ofelia Queiroz. El cuerpo del escritor fue retirado de los Prazeres antes del entierro de Ofelia. “Desunidos en la vida y en la muerte”, según Licínio. Como escribió Pessoa, “el amor romántico es un camino de desilusión”. (I)

Mar Marín
EFE

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