Ecuador, 19 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Estocolmo es una ciudad de agua, muy bien cuidada

La música invade el ambiente y alegra a todos. ¡You are the dancing queen…young and sweet…Only seventeen, oh yeah!!! Esta es una de las canciones más populares y vendidas de ABBA, la agrupación pop de Suecia.

Pero paramos en el Municipio de Estocolmo, la capital, y el guía nos vuelve a la realidad. Esta nación es mucho más que ABBA, dice con energía, producimos uno de los mejores autos del mundo: el Volvo y tenemos grandes empresas de Telecomunicaciones como Ericsson.

El Cabildo es una construcción rectangular, de ladrillo visto, con una torre de 106 metros, coronada por una campana. Allí se desarrolla la ceremonia del Premio Nobel, cada año. Este fue creado por Alfred Nobel en 1901, como un reconocimiento a personas que hacen investigaciones sobresalientes o han dado contribuciones notables a la sociedad.

Mi imaginación se desborda al escuchar esa explicación. Pienso en los Premios Nobel que he leído y especialmente en Gabriel García Márquez, quien recibió ese galardón en 1982. El guía nos cuenta que después de la entrega de premios, los ganadores son invitados a una cena muy especial.

El chef prepara platos tradicionales de los países de origen de los nobel. ¿Qué habrán cocinado para el escritor colombiano? ¿Sobre barriga, ajiaco? El autobús continúa por las calles de Estocolmo y veo una ciudad de agua, construida en 14 islas, hermosa, cuidada, llena de parques, árboles y muy limpia. Me admira que las paredes de su Centro Histórico no tengan ni un solo grafitti como las de Quito.

En ese punto, otra vez interviene el guía y nos dice que el Municipio tiene una línea telefónica gratuita para recibir denuncias sobre el daño patrimonial. El secreto es una escuadra de limpieza que en menos de 24 horas vuelve a pintar las paredes de las casas o de edificios manchados. Eso descorazona a los grafiteros porque sus obras no sobreviven ni un día completo. Además, las sanciones son un año de cárcel y una fuerte multa económica. Pienso en esos “incentivos” y me pregunto si algo así funcionaría en la capital ecuatoriana.

Mi primer día en la capital escandinava se termina. Regreso entusiasmada al hotel porque “descubrí” el orden y el respeto a los demás que se respira en Estocolmo. (O)

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