Un auto se detiene a raya y más atrás un patrullero de la Policía. Nadie se atravesó, ni existe un semáforo. En las calles 24 y García Goyena es casi una ley que todos se deben detener hasta que uno de los dos equipos, que están en la cancha, pierda la jugada.

Se trata de un barrio en donde todos los días los amantes del ecuavoley se reúnen no solo a ver el juego, sino también a realizar grandes apuestas.

Carlos Petroche, de 38 años, es un asiduo visitante del sitio. Dice que tiene más de cinco años yendo al sector y que ahí se juega el mejor ecuavoley de la ciudad.

Hace mención que todos los carros se detienen hasta que un equipo haga caer el balón al suelo. “Nadie se molesta en esperar, por el contrario, disfrutan de cada  jugada por el profesionalismo”.

En la cancha cada equipo tiene tres jugadores. Un volador, que se encarga de cubrir solo la parte de atrás de la cancha; un servidor, que pone el balón a punto para que el tercer integrante, conocido como colocador, haga la jugada maestra y desequilibre al equipo rival.

Patricio Duarte, de 28 años, es volador de uno de los equipos que compiten a diario en el sitio. Él y dos amigos llegan desde Durán para competir con otros rivales de distintos sectores de Guayaquil.

Cuenta que en la ciudad existen más de 50 sitios en donde se juega este deporte de forma muy profesional.

“No se trata del voley tradicional de seis competidores. Esta forma de competir es muy ecuatoriana, porque solo se juega con tres personas por equipo”.

Ricardo Soriano habita en la Isla Trinitaria, sur de Guayaquil. Dice que en Los Álamos también existe otra cancha de ecuavoley en donde se apuesta a cada equipo, pero que conoce que en la 24 y García Goyena es donde se juegan fuertes sumas de dinero.

“Hace dos semanas observé la apuesta entre un comerciante de la Bahía y un mayorista de mariscos, 5.000 dólares en juego. El trato se cierra con un apretón de manos y todos cumplen”. (I)