Helen, Nicola y Gabriela participaron en una conferencia en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, ubicada en el Km 1 de la avenida Carlos Julio Arosemena. Las tres aprovecharon la hora de descanso para  caminar hasta un centro comercial, ubicado a menos de 400 metros del lugar. Cruzaron el puente peatonal, que está bien adecuado, incluso con cafeterías y aire acondicionado.

Parecía que todo iría bien. Una vez en la calle, el cambio fue chocante: descendieron a una acera que no era acera, sino un “estacionamiento” de vehículos. Ese primer obstáculo lo superaron con facilidad, ensuciando su ropa entre los vehículos, pero más adelante chocaron con un muro imposible de sortear.

Las mujeres renegaron y se arrepintieron de su hazaña, pero esta no es la única acera de la ciudad con problemas para los peatones. En las últimas semanas, los pocos espacios que pueden ser usados para caminar o, para los más aventureros, tal vez trotar, están siendo ocupados por vallas publicitarias luminosas.  

Enrique Saltos camina todos los días hasta la Universidad de Guayaquil. Lo hace desde el centro de la ciudad, a través de la calle Primero de Mayo, donde se estrella con vallas y paradas de buses, ubicadas precisamente sobre la estrecha acera. “Tengo que escurrirme entre los postes para no caminar por la calle”, comenta.

En el otro extremo de Guayaquil, Doris Lema camina por la acera oeste de la avenida Leopoldo Carrera. Ella trabaja en Olivos Tower y camina desde y hacia la parada del alimentador de la Metrovía, al pie del Megamaxi. “No, a nadie le importa el peatón, parece que nos odian”, contesta la mujer ante la pregunta de qué opina sobre una valla publicitaria instalada exactamente sobre la acera.

Y pareciera, efectivamente, que existe un desprecio y hostigamiento planificado contra los peatones en Guayaquil porque ahora no son los carros sino las vallas publicitarias las que ocupan las pocas veredas útiles de la ciudad. (O)