Llego al dispensario del IESS en la Martha de Roldós, la misión es canjear un certificado de reposo expedido por un médico particular.

Por algún motivo que no termino de entender, las solicitudes solo se reciben de 07:00 a 10:00, pese a que el centro ambulatorio atiende las 24 horas. Son las 08:40, así que estoy bien de tiempo.

La fila para canjear certificados es larga, pero avanza con algo de fluidez. En la sala de espera se ven algunas caras largas y otras de enojo. El motivo son los mil detalles que exige la persona encargada para receptar la documentación.

Dos copias de la cédula, original y dos copias del certificado médico, original y dos copias de la receta médica, estos son los requisitos -al menos inicialmente-.

Luego de unos treinta minutos es mi turno; ingreso pero de inmediato rechazan mi solicitud. “El certificado debe estar sellado y el sello debe incluir el registro sanitario del médico”.

Le explico que el número de registro está escrito a mano porque el médico no posee un sello que lo incluya, pero que ahí está y el sello también.

Pero de inmediato el funcionario añade que el documento debe estar hecho en computadora y con un formato específico. “Tiene que pedirle al médico que le imprima un nuevo certificado, porque hecho a mano no sirve”.

En ese momento termino de comprender por qué la gran mayoría de personas llegan con cara de enfermos y se van con cara de molestos.

Un hombre que se dedica a sacar copias e impresiones al ingreso del dispensario me ve salir derrotado y se dirige a mí. “¿Qué pasó maestro, no le aceptaron los papeles? Asimismo es para canjear los certificados, es un milagro que te los acepten a la primera, casi siempre toca volver. Es más complicado que sacar visa”, dice entre risas.

Mañana volveré, temprano, antes de las diez, con el montón de papeles hechos en computadora y sellados. ¡Qué difícil que ha resultado enfermarse! (O)