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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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Los malabares de Jacobo acortan la espera del semáforo

Jacobo dedica dos horas del día a practicar los malabares que ejecuta en las intersecciones semaforizadas del norte de Quito a cambio de algunas monedas.

Y emplea de seis a ocho más en ponerlos en práctica ante un público de conductores ansiosos por seguir su camino, ensimismados en sus celulares o malhumorados por cualquier situación.

“La mayoría se niega a colaborar y muchos viajan con el vidrio hasta arriba”, dice con acento que delata su origen chileno.

En una ocasión -cuenta-, una mujer le arrojó cuatro monedas de $ 0,01 a través de una diminuta hendija que entreabrió entre el cristal y el marco de la puerta de su vehículo.

“Seguro tenía miedo de que le robara. No la culpo, la situación está difícil en todas partes. De todos modos le agradecí el gesto”, comenta con una risa que agita su castaña melena en la que mantiene algunas rastas.

Intercala sus actos. Un día trabaja con clavas, otro con aros y al siguiente utiliza frutas. Dice que mezclarlos le resulta difícil y prefiere concentrarse en un tipo de trabajo cada vez.

Siempre le gustó viajar y por ello hace más de un año dejó su empleo como diseñador gráfico en una empresa en Santiago, vendió sus “pocas posesiones” y se encaminó hacia el norte.

Primero fue a Argentina, concentrándose en el norte de aquel país. Luego reorientó su brújula, desandó su camino y se internó en Bolivia.

Perú y ahora Ecuador fueron los siguientes destinos en su travesía. Planea dar la vuelta entera a Sudamérica sin importar el tiempo que le tome. Viaja como puede y como le sea más barato: autobús, a pie, en bicicleta, haciendo auto-stop.

Duerme, también, en donde le convenga. En algún hostal, en su carpa, o la casa de alguien a quien conoce en el camino. Y come los alimentos del lugar que visita; de Ecuador -asegura- se llevará consigo el sabor del cebiche y la fritada. (I)

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