Allá, por finales de 2011, una loca idea rondaba la cabeza de Stalin Puya: el tener su propio terreno para cultivar la tierra. Pese a vivir en una parroquia de Yaguachi netamente agrícola, él casi nada sabía de esta labor, pero se arriesgó.

El terreno ya lo tenía visto y cada fin de semana que pasaba por allí se decía: “en poco tiempo será mío”. Fue así que a mediados de 2012 logró su sueño gracias a préstamos bancarios. Luego de ello, empezó con el desbroce de la densa maleza de su hectárea.

Un machete y un garabato fueron sus primeras herramientas. “No me acuerdo cuándo fue la última vez que cogí un machete para trabajar la tierra”, decía entre risas Stalin, viéndose sus manos con ampollas y bajo el radiante Sol de las 11:00. Entre sus dudas estaba el qué sembrar, si plátano o cacao. Al final se decidió por el primero porque “en ese entonces daba más plata que el cacao”.

“No sabía nada sobre sembrar verde ni dónde se conseguía la semilla ni cómo hacerlo, peor el tema de aplicar insumos, pero me lancé al ruedo y poco a poco aprendí”.

Don Carlos y Jazmani Vargas fueron sus mentores en la asesoría de este cultivo, que dura en producir alrededor de ocho meses. Hasta llegar la primera cosecha, Stalin sembró maíz para aprovechar los espacios que deja el plátano y así recuperar algo de la inversión.

Para abril de 2013 ya obtuvo sus primeros cortes de plátanos y los vendió a un buen precio, pero ahora eso ha cambiado. Las fuertes lluvias de 2017 y la presencia de plagas afectaron sus cultivos. La planta se puso flaca y el racimo salió pequeño. Por eso, decidió tumbar las plantas y resembrar.

Su moto, de las llamadas panaderas, jugó un papel importante, ya que es su transporte para ir a su finca, a donde va la mayoría de los fines de semana a limpiar la maleza, deschantar, deshojar o regar. “Me entretengo y me evita el ocio”. Ahora, con una nueva desilusión del plátano, Puya decidió apostar por el cacao. “Así es esto, el agro tiene su lado bueno y malo, solo toca seguir”. (I)