El 1 de diciembre pasado, el mundo conmemoró al Día Mundial de Respuesta al VIH (virus de inmuno deficiencia Humana), dolencia que flageló a la población de hombres homosexuales en la década de 1980 y que en tres décadas ha evolucionado debido a la modernidad.
El consumo del medicamento PrEP ha logrado ser una especie de placebo para pacientes, que les ha permitido una vida tranquila, con control permanente. Sin embargo, la pobreza sigue vulnerando preponderantemente a mujeres transgénero.
En otros rincones del planeta, la infección con VIH perfila a otros factores y hábitos. El hedonismo gay de las grandes metrópolis ha contribuido a mantener el riesgo de contagio, por el consumo de alucinógenos desinhibidores, los llamados “chemsex”, que a su vez inhiben los medicamentos antirretrovirales de pacientes portadores del VIH.
Las aplicaciones de encuentro sexual, que mataron los viejos bares gais y lugares de encuentro sexual, también fomentan el consumo de drogas sintéticas en la privacidad, superando las “inocentes” marihuana o cocaína.
Estas drogas permiten largas jornadas de sexo en que el momento del placer obvia la prevención, protección y autocontrol, algo fundamental como medida de prevención de contagio.
En Ecuador hay deudas pendientes: falta una campaña preventiva frontal de parte del Ministerio de Salud Pública (MSP), que apunte a hombres que tienen sexo con hombres y personas transgénero. Se suma la complejidad burocrática en la adquisición de medicamentos para el tratamiento.
Además, hay la preminencia de migrantes venezolanos vulnerables, portadores del VIH que desconocen la gratuidad del tratamiento en el país, como una garantía. (O)
