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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Quito contado por un chagra

13 de septiembre de 2018 - 00:00

El abuelo Juan José, quien emprendió viaje a Guayaquil a inicios del XX, decía que la ciudad tenía el aroma a cacao, porque los granos se secaban en el malecón. Quito, en cambio, olía a café de chuspa con humitas, al caer la tarde. Contaba que se subió al tranvía y que –como todos se bajaban al vuelo- él también lo hizo hasta aterrizar en una callejuela.

Mi padre César, en cambio, hablaba de las aventuras de los chullas quiteños como el Terrible Martínez y Sordo Piedra. De la sal quiteña –que no es de cocina- donde también los chagras podíamos caer en los embustes de los vivarachos chullas quienes dejaban en prenda sus trajes.

Con el tiempo tuve la suerte de vivir, primero en la calle Pereira y después, como editor de la sección Quito, en la Mama Cuchara, en una casa antigua de vecinos generosos. Debo a esas instancias el libro de Trama, ilustrado por Mauricio Jácome Perigüeza, Quito: las calles de su historia, ahora que la urbe cumple 40 años de Patrimonio Mundial.

Aquí la historia de la calle Venezuela: De plata fueron hechas las lunas menguantes para los pies de las Vírgenes de madera. Los devotos iban a la calle de la Platería para pedir favores a sus santos a cambio de joyas o indulgencias que solicitaban los conquistadores cuando se hacían viejos, como perdón de sus pecados. Estos hombres de antiguas corazas acaso querían olvidar sus sangrientas masacres contra los indígenas.

Iban a las Capellanías a pagar misas para toda la eternidad porque sabían que las imágenes de madera eran benévolas con las almas atormentadas.

En 1613, el Alguacil Mayor de Quito, Don Diego Sánchez de la Carrera había llegado de allende el mar para decidir sobre la vida de los quiteños. Acaso, quisieron halagarlo y la calle se llamó De la Carrera.

En la misma calzada, Antonio José de Sucre, patriota venezolano, construyó su casa, con indicaciones que llegaban en cartas escritas en el fragor de las batallas de Independencia. Unas balas de la infamia lo asesinaron en Berruecos, pero nadie olvida que de Venezuela también llegó el ejército libertario de llaneros. (O)  

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