Los mal llamados paraísos fiscales funcionan como prostíbulos del capitalismo. Se hacen allí los negocios turbios, que no pueden ser confesados públicamente, pero que son indispensables para el funcionamiento del sistema. Como los prostíbulos en la sociedad tradicional.
The Economist calcula que en los paraísos fiscales se encuentran $ 20 trillones.
Conforme se acumulan las denuncias y las listas de los personajes y empresas que tienen cuentas en esos lugares, nos damos cuenta del papel central y no apenas marginal que tienen en la economía mundial. “No se trata de ‘islas’ en el sentido económico, sino de una red sintética de territorios que escapan a las jurisdicciones nacionales, permiten que el conjunto de los grandes flujos financieros mundiales rehúyan sus obligaciones fiscales, escondiendo los orígenes de los recursos o enmascarando su destino”, dice el libro A era do capital improductivo, del autor Ladislau Dowbor.
Todos los grandes grupos financieros mundiales y los grupos económicos, en general, tienen hoy filiales o incluso matrices en paraísos fiscales. Esa extraterritorialidad (offshore) constituye una dimensión de prácticamente todas las actividades económicas de los gigantes corporativos. Es una amplia cámara mundial de compensaciones, en la que los distintos flujos financieros ingresan a la zona del secreto, del impuesto cero o algo equivalente y de libertad a cualquier control efectivo.
En estos paraísos fiscales los recursos se reenvían a empresas con nombres y nacionalidades distintas, lavados y formalmente limpios. No es que todo se vuelva secreto, sino que con la fragmentación del flujo financiero se hace opaco.
Hay iniciativas para controlar a ese flujo monstruoso de recursos, pero el sistema financiero es global, mientras las leyes son nacionales y no hay un sistema de gobierno mundial. Asimismo, se puede ganar más aplicando a otros productos financieros, sin pagar impuestos. Es un negocio redondo. (O)
