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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

La libertad de elegir

14 de octubre de 2020 - 00:00

El tema no es necesariamente político. Se elige una pareja, una profesión, un camino a seguir, un proyecto a ejecutar. La libertad es un derecho y también un deber. Porque es imposible concebir la libertad sin responsabilidad.

La vida está llena de decisiones. Y cada decisión se basa en la valoración de ciertos elementos que nos dan la certidumbre que vamos por el camino correcto. Pero no siempre acertamos; a veces nos equivocamos. Y aprender del error cuesta; sin embargo, mucha gente ha salido adelante luego de dar un paso en falso.

La educación tradicional no nos ha formado para tomar decisiones; incluso en los escenarios de la familia, quienes han tomado y toman las decisiones son los padres, y a veces uno de ellos con prescindencia del otro. Esta situación está cambiando: los hijos tienen puntos de vista diferentes y divergentes a las de los progenitores anclados en modelos tradicionales.

La educación para la libertad es uno de los componentes de la ética civil, cuya pedagogía no se ha descubierto aún. A lo anterior se añade la influencia creciente de ciertos medios de comunicación, que influyen en comportamientos, hábitos, intereses y valores. Así, el impacto de los mensajes –sobre todo audiovisuales- es tal que ahora podría decirse que, en muchos casos, prevalece sobre los mensajes, comportamientos y valores que nacieron dentro de las familias. Las externalidades –el espectáculo, el show, las luces, las cámaras y la acción- capturan no solo atención sino los aprendizajes, con más incidencia que las familias y las propias escuelas.

No se trata de apagar la televisión, el videojuego o el celular, o dejar de ir a un centro comercial en aras de un puritanismo a ultranza. La libertad de elegir debe nacer de una disciplina positiva –no impuesta sino dialogada, centrada en la comunicación de doble vía y, fundamentalmente, en el buen ejemplo-.

Ser libres es ser responsables, y viceversa. El pensamiento libre es como el aire que respiramos: sabemos que existe en la medida que nos permite vivir. Lo mismo sucede con la libertad: su ejercicio es algo esencial, consubstancial a la naturaleza humana –por algo es un derecho fundamental- que nos damos cuenta de su existencia cuando nos convertimos en esclavos, o no podemos expresar lo que pensamos y sentimos. Para eso es la democracia. (O)

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