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El Telégrafo
Valeria Arcos Hervas

Las mujeres ¿podemos vivir en paz?

06 de octubre de 2022 - 08:14

Luego de la desaparición y lamentable hallazgo de María Belén Bernal, el país sigue conmocionado, de la misma forma que ocurrió con Naomi Arcentales hace escasos 9 meses y posterior a casi dos años de haber atestiguado el caso de Lisbeth Baquerizo. Sin embargo, estos casos no son los únicos, conocimos públicamente el evento en que una mujer fue agredida en Vinces y otra en el Tambo, en Cañar, que se viralizaron por redes sociales sin que nadie intervenga o actúe en su defensa.

Pese a tener datos de que en Ecuador entre enero y septiembre del 2022, han ocurrido 206 femicidios, y que, en 2021, entre enero y noviembre murieron violentamente, por razones de género, alrededor de 170 niñas y mujeres; el tema ha sido permeado una vez más por un tinte político, evidenciando lo lejos que estamos de empatizar como sociedad, con un problema que impacta en el tejido social de una manera sumamente profunda.

Esta realidad no es exclusiva de Ecuador, o la región, acaba de ocurrir en Irán, cuando la “policía de la moral” arrebató la vida de Mahsa Amini, cuyo único “delito” fue no usar su hiyab correctamente, en una clara muestra de represión. Esta problemática no puede – ni debe – ser invisibilizada, considerando que hay una probabilidad del 80% de que una mujer violentada, tenga daño físico y emocional.

Indudablemente, hay una responsabilidad por acción y una responsabilidad por omisión en un escenario en el que hay más interrogantes que respuestas y al que se aúnan los más perversos cuestionamientos, incluso haciendo recaer la culpa sobre la víctima, cuando nadie busca ser agredida y muchísimo menos asesinada.

Es imprescindible trabajar en aras de un real cambio cultural orientado a la tolerancia cero, frente a acciones transgresoras de derechos, en una cultura esencialmente patriarcal que ha llegado a normalizar, e incluso legitimar prácticas vulneradoras de los derechos de la mujer, que comúnmente se confunden con la noción del amor romántico.

De la violencia sicológica, que es una de la más alta incidencia en los casos de violencia basada en género, hay apenas un paso hacia la violencia física; tanto por la sutileza con la que basa su principio de intensidad creciente, como por sus manifestaciones de ejercer presión para dañar.

Es fundamental dar un salto de mirar a la mujer como objeto de protección, hacia verla como sujeto de derechos, dejando de reproducir esos mensajes que alimentan la espiral de la violencia basada en género, y dejando de promover esa cultura de encubrimiento nefasta, mediante educación clara en la promoción y ejercicio de derechos, en un país donde el silencio institucional llega a ser aberrante.

De cada 100 hombres asesinados, 18 lo son a manos de su pareja o ex pareja y de cada 100 mujeres asesinadas, 87 lo son por parte de pareja o ex pareja. Ello supone necesariamente que pasemos de la tibieza a la acción.

La violencia basada en género es una realidad y sumar contingentes para cerrar las brechas y fomentar una sociedad de paz, es urgente y es responsabilidad de todos y todas. Ello no se resuelve limitándose a demoler infraestructuras, sino a promover cambios reales en la estructura, dando cuenta que lo que se requiere es ética y no estética.

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