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El Telégrafo

La Muerte anda por Cuajara

25 de febrero de 2012 - 00:00

La curva, en el sector imbabureño de Cuajara, debe circularse a 40 km por hora, el chofer Óscar Rosas Martínez, de la cooperativa Espejo, placa carchense CAF-314, lo hizo a 110, con el agravante de llantas lisas.

Debía llevar 42 pasajeros, mejor llevó a 57. Como no tenía ruta retiró a la mayoría de los pasajeros en esos engendros que se llaman miniterminales, producto de la terquedad de los choferes y la anuencia de las autoridades (es decir sin control desde la  Terminal Terrestre).

El saldo del accidente: 30 muertos, el resto heridos e historias trágicas, como la de Luis Alvarado, que perdió siete miembros de su familia (ente ellos Mauricio Alvarado, colega periodista de Ecuador TV).

El pasado domingo murieron, además, miembros de los Testigos de Jehová, prestigiosos músicos del grupo Pucará, turistas que iban a visitar las playas, niños… La causa: cristalización de los frenos por exceso de velocidad.

La otra causa: el país desalmado e indolente, representado por algunos de estos choferes que se dicen profesionales del volante.

Pero la lista es larga: los automotores literalmente son latas de atún con vidrios porque no cumplen los requisitos internacionales y, bien se sabe, muchas de las licencias son adquiridas en forma fraudulenta, ni qué hablar de los 17 puntos menos que tenía el chofer, seguramente con alguna imagen religiosa para que lo proteja, sin mirar la guadaña de la Muerte.

Son dos países. El uno que construye espléndidas carreteras, tiene instituciones, como el MIES que brindará ayuda psicológica a las 54 familias, o los equipos de socorro y mejores policías; y el otro país que vive a inicios del siglo XX, en medio de la estupidez creyendo que llevan papas, como dice nuestro pueblo. Claro, hay un dicho para los choferes carchenses: Mejor perder la vida que perder la viada.

¿Cómo parar estas masacres? Primero, una renovación total de los automotores, al menos los que, como el caso de marras, cubran tres provincias, Pichincha, Imbabura y Carchi, al estilo de la prestigiosa Flota Imbabura, una de las mejores equipadas del país.

Pero antes de esto -como en el caso de las universidades- los de categoría macabra deben salir de circulación. Lo otro está en la desaparición de las miniterminales en Ibarra, bajo el pretexto de la bravura de los choferes que se niegan a cumplir una adecuada planificación de la ciudad. Y hay unos culpables escondidos: los dueños de los buses, quienes, sin importarles, ponen a sus choferes en turnos de más de diez horas al volante, cuando la norma internacional dice cuatro. Caso contrario, seguiremos llorando a nuestros muertos.

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