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El Telégrafo
Eduardo Jurado

Incentivos o disuasivos

01 de diciembre de 2017 - 00:00

En épocas de dificultades de la economía, los gobiernos que comprenden la lógica de los incentivos tienden a reducir los impuestos a los ciudadanos con el fin de incentivarlos a consumir más y así evitar la desaceleración de la economía. Quienes no comprenden esta lógica recurren a disuasivos (incentivos negativos) que ahondan aún más en las dificultades y ralentizan o terminan frenando el motor de la economía por completo.

Los ciudadanos permanentemente estamos valorando los pros y los contras de nuestras decisiones. Toda decisión está determinada por el conocimiento de aquello que hemos de sacrificar, ya sea en términos de tiempo, dinero o disfrute. Gracias a este conocimiento -de lo que optamos o renunciamos-, y a la información con la que contamos, somos capaces de tomar decisiones más racionales. Dicho esto, los ciudadanos buscamos maximizar los beneficios que obtendremos a cambio de nuestra inversión de tiempo, dinero o disfrute. Esto es lo que se denomina “coste de oportunidad”.

Los ciudadanos tendemos a esforzarnos menos cuando los impuestos aumentan. Una mayor carga fiscal sobre los ingresos adicionales se traduce en menores incentivos para que las empresas inviertan más, o para que los emprendedores comiencen un nuevo negocio, o para que los trabajadores sean más productivos, o para que los más talentosos innoven. Los ciudadanos respondemos a las recompensas potenciales y esta es una regla básica de la economía. Ignorar esto es ignorar la estructura misma de la naturaleza humana.

Hay incentivos ocultos detrás de todas las cosas. Con un descuento por pronto pago el comprador tendrá un incentivo para pagar de contado en lugar de endeudarse. Por una oferta, el consumidor tendrá un incentivo para comprar una tablet. Con aranceles bajos, el ciudadano preferirá comprar localmente en lugar de viajar a adquirir los regalos de Navidad en el exterior, y el turista se animará a pedir una botella de vino en un restaurante de Quito en lugar de consumirla en Machu Picchu. Lo opuesto funciona de la misma manera y se hace evidente en la disminución del consumo local o en la evasión fiscal por la sencilla razón de que impuestos altos el ciudadano preferirá evitarlos y aranceles más altos el comerciante preferirá evadirlos. Y así la economía no crece.

Según la economía del comportamiento, reactivar la economía puede realizarse a través de una sencilla combinación de incentivos y disminución de disuasivos. No hay ciencia. Es cuestión de sentido común. (O)

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