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El Telégrafo
Juzz Pincay Pazmiño

Ya está en el aire girando mi moneda

22 de febrero de 2022 - 00:00

Saliéndome un poco de lo acostumbrado en esta columna y con miedo de sonar a libro de autosuperación, aprovecho el espacio para exponer(me) y abrazar a quienes se encuentran en dilemas, dudas y miedo.

 

 «lo que tenga que ser que sea y lo que no, por algo será» Sea, Jorge Drexler.

 

Cuando tenía 24 años, reuní papeles para un préstamo para poder irme a estudiar fuera del país, no lo terminaba de hacer cuando apareció frente a mí la oportunidad de trabajar en lo que amaba aquí en mi ciudad. Lo tomé. Debo confesar que casi sin pensarlo, lo tomé. Profesional y personalmente, gracias a esa decisión, he crecido. Hay días en los que me pregunto que hubiese pasado si me iba. Hay días en lo que, les confieso, me frustro. Pero también reflexiono sobre la maravilla del camino recorrido, de las personas que he conocido, de los amigos, de los amores, y de lo que he podido obtener gracias a esa decisión.

 

Hasta este momento podría darles un bello mensaje sobre lo que es tomar decisiones, arriesgarse y atreverse, y todas esas cosas positivas que nos invitan a desapegarnos de los miedos. Pero no puedo, porque sería mentirles, y no me gusta mentir. Tomar decisiones es terrorífico, tener el balón en la cancha de uno es comprometedor. ¿Y si no quiero patear? ¿Y si deseo que alguien patee por mí? ¿Y si dejo el balón ahí para siempre me voy a arrepentir? ¿y si no me arrepiento? Siempre digo orgullosa que tomo decisiones muy rápido, que si bien me doy con la piedra en los dientes con muchas de ellas, por lo menos las tomo. Lo que nunca digo es que casi siempre evito tener que tomar decisiones, que por años evité relaciones, posibles trabajos o incluso, cosas tan absurdas, como ciertas compras.

 

Hoy quiero abrazar a quienes han tomado decisiones con el miedo recorriéndoles el cuerpo y la pena el corazón: a mis mejores amigas que un día decidieron cambiar de carrera y lanzarse por lo que aman, a quienes dejaron sus trabajos por dedicarse a emprender, a quienes decidieron no ser madres y a quienes sí, a quienes decidieron divorciarse o volver a casarse, a quienes se están yendo del país dejando sus carreras y familias, a quienes están dejando sus trabajos por estudiar lo que siempre quisieron, a quienes decidieron quedarse en su zona de confort por ahora, a quienes están dejando una relación o que se están involucrando en una, a quienes se lanzaron a escribir, o tomar ese trabajo con mucha exposición, a quienes van a empezar desde cero y a quienes han decidido darse tiempo para decidir. Quiero abrazarlos porque quiero que me pasen un poco del valor -ese que pareciera ausente- que tuvieron en su corazón para poder estar ahí parados en una duda que se convirtió en una decisión.

 

No tenemos una bola de cristal, y solo el tiempo dirá si la decisión tiene los mejores frutos. Hoy solo quiero decirles que el miedo suele quedarse un tiempo y que puede ser manipulador para el ego, que la mejor forma de aplacarlo puede ser asumir la responsabilidad de la decisión. Que les deseo que este recorrido no lo hagan solos, que tengan cerca una palabra amable y que si no, regresen a este texto porque esta extraña se siente orgullosa de todos quienes, incluso con el miedo respirándole en la nuca, decidieron algo. La vida es demasiado corta -en este país sobre todo- para no prestarle atención a lo que nos dice el corazón que nos haría más feliz.

 

Tomen la decisión, y que sea lo que sea.

 

Esta columna está dedicada a J.

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