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El Telégrafo

Elecciones 2013 (III)

03 de noviembre de 2011 - 00:00

Los últimos movimientos políticos de la izquierda opositora a Correa descifran en algo la movilidad electoral de esta tendencia. Alberto Acosta, durante el último encuentro de las organizaciones sociales y políticas, delimitó la cancha al decir que los esfuerzos de una gran coalición excluyen a la derecha, incluyendo en esta categoría al PSC, MDG, PSP y PRE.

Sin embargo, ante las expresiones de Acosta, ya se generaron las primeras visiones contradictorias de esta tendencia, a la que el presidente Correa  ha calificado de izquierda infantil, cuando  Gustavo Larrea expresa que el peor error que se puede cometer es ir todos juntos a las elecciones de 2013.

Tanto Acosta como Larrea, quienes fueron figuras protagónicas en el inicio del proyecto político de Alianza PAIS,  conocen a ciencia cierta las fortalezas y debilidades de Correa, pero, por lo observado, ellos plantean un proyecto de reivindicación de la izquierda desde una óptica romántica del deber ser, pero muy alejada del pragmatismo que el gran universo de ciudadanos electores buscan en el desarrollo de un programa de gobierno, más aún cuando estos ya han probado los beneficios de este pragmatismo político.

Acosta y Larrea tendrán que despejar algunas incógnitas políticas, comenzando por la de saberse capaces de establecer una estrategia política exitosa en circunstancias muy diferentes a la de 2006, cuando enfrentaron a una maquinaria de la partidocracia dividida, debilitada y sin credibilidad. Hoy, a diferencia de 2006, hay un opositor de la misma tendencia con una maquinaria que ha mostrado eficiencia, eficacia y oportunidad y que, además, ha contado recurrentemente con el apoyo popular a pesar de los  años de gobierno.

Todo proyecto político que se precie de tal debe tener un líder capaz de consolidarlo al amparo de la legitimidad popular, esto es que sea capaz de involucrar y empoderar al electorado para que prefiera esta alternativa en vez de la de Alianza PAIS  con Correa a la cabeza.

Entonces aquí surgen las incógnitas que deberán despejar. ¿Acosta dejará de ser tan solo el ideólogo de un proyecto para convertirse en líder? ¿Larrea dejará de ser un gerente de campaña u organizador de movimientos políticos para convertirse en líder? ¿Tendrán el carisma y la fuerza que se requiere en una campaña electoral para enfrentar a quien hasta hoy, al amparo de una hemorragia de energía, ha sido capaz de crear grandes fidelidades con el electorado? ¿O tendrán que buscar alguna figura, como Paco Moncayo, que desde el centro pueda generar una gran concertación de la izquierda opositora al régimen, garantizándoles fidelidad ideológica a su proyecto? Continuará.

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