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El Telégrafo
Emir Sader

El PT recupera su vigor al compás de las caravanas de Lula

27 de agosto de 2017 - 00:00

Los medios brasileños hacen como si nada importante estuviera ocurriendo en el nordeste de Brasil. Habría solamente un viaje de Lula, que a veces es noticiado en medio de alguna chichoca política. No reproducen ninguna foto de Lula cercado por un mar de pueblo. Es como si el pueblo no existiera, fuera una invención de Lula. Además de ser excluido del presupuesto, el pueblo brasileño es excluido de los medios. Al no poder explicar por qué, pese a las acusaciones contra Lula, su popularidad aumenta, prefieren ocultar el fenómeno del año en Brasil.

La incomodidad que la primera caravana de Lula provoca es tal, que la derecha prefiere tratar de esconderla. “De lo que no puede hablar, es mejor callar”, decía Wittgenstein. Es lo que hacen la derecha brasileña y los que, en el campo popular, no logran explicar el fenómeno Lula, y tratan de obviarlo, como si ello fuera posible.

Sin embargo, es imposible entender a Brasil sin entender el PT, sin entender a Lula. Por lo que ha significado el gobierno Lula y por la forma como ello ha marcado a todo el campo político y a la memoria de pueblo. Un parlamentario del PSDB, en una crisis de sinceridad,  alcanzo a decir que habría que matar a Lula. De lo que no se puede entender, mejor intentar su eliminación mágica.

La caravana de Lula hace aflorar a la superficie el Brasil real escondido por los medios. Si alguien tenía dudas de las relaciones de Lula con el pueblo brasileño, puede ver en las escenas emocionantes de la caravana, imágenes explícitas y masivas de un amor plenamente correspondido entre Lula y el pueblo brasileño.

Y no se trata solamente de escenas románticas, porque ellas tienen su cimiento en profundas transformaciones de la vida de millones de personas, que quieren agradecer a Lula por ello, protegerlo de sus enemigos y mostrar toda su disposición de apoyarlo para que él vuelva a ser presidente de Brasil y dar continuidad a las transformaciones que tan bien han hecho a su vida.

Por otra parte, quien intenta analizar al PT separado de Lula, como si ello fuera posible, se queda con una visión reductiva, internista, organizativa, y no política del partido.

El PT es el partido de Lula, es el partido que ha protagonizado, liderado por Lula, los más importantes procesos de transformación económica, social, política e ideológica de Brasil. El PT y Lula son indisociables, de ese punto de vista, con sus particularidades, sus avances y sus tropiezos.  El hecho que de Lula sea el gran líder político nacional hace que él obligadamente trascienda al PT, sea más grande que el partido. Pero ello ocurre con todos los grandes líderes populares. Ellos nacen desde un partido, se asocian estrechamente a ese partido, pero se proyectan como líderes nacionales.

No es posible entender al PT sin Lula, como no es posible entender a Lula sin el PT. Ellos están tan imbricados, que uno solo existe con el otro, en el marco de sus particularidades.

La ofensiva de la derecha ha afectado a ambos, a Lula y al PT. Ahora, cuando Lula se lanza a caravanas por todo Brasil, el PT como que se revigoriza, cobra nuevas fuerzas, a ritmo de los recorridos de Lula, retoma vínculos estrechos con las bases populares que han llevado el PT a las cuatro victorias en las elecciones populares (solamente en la provincia de Bahía, durante el paso de Lula, hubo 5 mil afiliaciones al PT).

En el nordeste es una masa lulista, beneficiaria de las políticas de los gobiernos del PT, que se reconoce en Lula y lo proyecta como su gran esperanza de rescate de un futuro mejor. Una masa que, a la vez, en la mayor parte de las provincias de la región, ha elegido y reelegido a gobernadores de izquierda y a bancadas parlamentarias progresistas.

El PT tiene ahora la posibilidad de rejuvenecer, de ganar para sus filas a amplios sectores de masa que se movilizan al compás de los viajes de Lula. El discurso de Lula es el gran maestro de ese compás. Un discurso que ataca duramente el desmonte de todo lo mejor que Brasil ha construido a lo largo de este siglo; que a la vez, compara con las conquistas de las que todos han sido beneficiarios en los gobiernos del PT. Que paralelamente apunta a retomar el crecimiento, la distribución de renta y la inclusión social.

Porque Lula representa la esperanza concreta de que ese camino puede ser retomado. Lula no está luchando por su candidatura, Lula no está luchando por su inocencia frente a acusaciones sin fundamento. Lula está luchando por el rescate de la democracia, rescate que pasa por su derecho a ser candidato de nuevo a la presidencia de Brasil y a desenmascarar las acusaciones que le son dirigidas sin ninguna prueba.

El PT tiene una nueva oportunidad de reconstruirse como partido, después de haber sufrido los más duros y continuados ataques que un partido jamás sufrió en la historia política de Brasil. Puede recomponer y renovar sus filas, con el ingreso de nuevas generaciones de militantes, de mujeres, de jóvenes, de negros, de trabajadores de los más distintos sectores.

Ya al inicio de la caravana al nordeste brasileño, es posible darse cuenta del vigor renovado que el PT revela, con la movilización y la reincorporación de militantes que habían tomado distancia del partido, por el ingreso de simpatizantes para dentro de sus filas, por la adhesión de los que se dan cuenta de que se trata de la única alternativa política real para superar la gigantesca crisis en que el gobierno golpista lanza a Brasil. Se dan cuenta de que el PT es el partido de Lula, es el partido que representa los intereses de las grandes masas populares de Brasil.

La renovación de la dirección del PT, con la elección de la joven senadora Gleisi Hoffmann para su presidencia, es otra cara de esa renovación. Ella se ha proyectado, rápidamente, como una grande líder política nacional, sumando a su firme actuación en el Parlamento, la actuación dinámica como dirigente partidaria, que encarna, junto a Lula, la nueva fase del PT, con el estrecho dialogo con todos los movimientos del campo popular y con toda la militancia del partido.

La misma caravana funciona como un proceso de movilización popular y de construcción de la nueva plataforma de la izquierda. En lugar de seminarios cerrados entre cuatro paredes, Lula desarrolla un amplio proceso de discusión y de elaboración democrática, con participación directa de las más amplias capas de la población. En sus  intervenciones, Lula retoma, 100 años después el “paz, paz y tierra”, para proponer que hoy día en Brasil sea: “trabajo, educación y casa propia para todos”.

El PT recobra su vigor al compás de las caravanas de Lula. Así que se termine esta, otras están programadas. Acusando los efectos espectaculares de esta primera, los medios intentan desconocerla, por no tener que decir caso publicaran las formidables fotos del mar de gente que cerca a Lula por todas partes. El judicario, a su vez, que desarrolla implacable persecución a Lula, aun sin ninguna prueba en contra de él, basado solamente en “ indicios”, que no logra comprobar, acelera la condenación de Lula batiendo records de rapidez en el primer proceso en contra de Lula, dándose cuenta que la popularidad del ex-presidente solo aumenta, conforme pasa el tiempo.

Brasil ya no será el mismo después de esta primera caravana y el propio PT tampoco será el mismo. La dinámica de las caravanas no se detendrá’, teniendo a Lula como su líder y buscando que el PT se constituya como la gran orquesta, para que el pueblo brasileño pueda reencontrarse consigo mismo y volver a danzar de alegría al sonido que solo la democracia puede permitir. (O)

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