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El Telégrafo
Yoani Sánchez

Un país pendiente de un barco

26 de septiembre de 2019 - 00:00

Siempre nos han prometido un Santo Grial. A finales de los 60, el corazón de toda Cuba latía al ritmo de la llamada Zafra de los Diez Millones, mientras que en los años de la crisis económica, conocida como Período Especial, la esperanza se centró en el Plan Alimentario que llenaría los platos. Ahora, las ilusiones de 11 millones de personas se aferran a que los barcos de combustible venezolano descarguen su preciosa carga en esta isla.

El país vive una nueva recaída económica, que algunos consideran un síntoma de la larga enfermedad de la improductividad, la dependencia de subsidios extranjeros y la incapacidad del modelo económico cubano para generar eficiencia y bienestar. El oficialismo ha nombrado la actual circunstancia como “la coyuntura”.

La realidad tiene su propio vocabulario. Las largas filas en las paradas de ómnibus, el desabastecimiento de productos básicos y las horas de espera para llenar el tanque de gasolina encuentran en las conversaciones populares su propia forma de ser nombradas: “La cosa está mala”, “esto es para largo” y “no es fácil”, son algunas de las expresiones que llenan cada esquina de la isla por estos días.

A pesar de la llamada Revolución Energética que se emprendió a inicios de este siglo, Cuba es más dependiente ahora de los combustibles fósiles de lo que lo fue hace una década. Basta que un tanquero de petróleo se retrase y todo el país se queda paralizado, en pausa, hasta que arribe el próximo barco.

La calamitosa situación de la economía venezolana hace más azarosa la llegada de estos buques, a lo que se unen las medidas tomadas por Washington para impedir que el oro negro de ese país sudamericano siga apuntalando a La Habana.

La crisis no solo se expresará en colas más largas y caras más tristes; en platos más vacíos y gente más desesperanzada… también influirá en un aumento del número de personas que decida hacer las maletas y partir. La escapada y el éxodo han sido por décadas parte inseparable de la vida nacional.

Mientras los analistas discuten si este momento es una extensión o no del descalabro económico de los años 90, estamos de acuerdo en un punto: es la misma vieja huida, de esa fuga que se nos ha hecho ya familiar, como la crisis misma. (O)

* Tomado de DW

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