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El Telégrafo
Inty Gronneberg

Coronavirus: Jaque mate al statu quo

27 de marzo de 2020 - 00:00

Ha llegado la hora de despertar del letargo en el que la inercia del sistema nos ha puesto desde que nacemos hasta que partimos: La humanidad está caminando año tras año hacia el abismo de la autodestrucción. La única salida es quitarnos ese velo mental creado por la rutina y lo cotidiano, para darnos cuenta de que el modelo actual debe reinventarse, si esperamos dejar un futuro para nuestros hijos.

La naturaleza envía claros mensajes de que nuestro modo de vida nos llevará hacia el fin. El último mensaje es la pandemia de la enfermedad del coronavirus; la constante destrucción de la biodiversidad desencadena que al menos un 75% de todas las nuevas enfermedades infecciosas, incluida esta, vengan desde la vida silvestre.

El covid-19 pone en jaque al statu quo, sus efectos ya no son posibilidades en el futuro, sino que se muestran como crudas realidades en nuestro presente, haciendo que nos enfrentemos a escenarios dantescos y decisiones jamás previstas. Para preservar el sistema de salud de los países, se requiere tomar medidas draconianas con la ciudadanía. Para nuestra supervivencia, todos debemos dejar nuestra libertad y entrar en cuarentena.

Para la clase media y alta de la sociedad, con casa propia y con un refrigerador lleno, la gente se enfrenta a su propio ser, y al entorno familiar que ha decidido crear. Para los pobres, quedarse en casa significa no poder traer el dinero que ganan a diario para sobrevivir.

La refrigeradora está vacía, haciendo que el hambre genere sufrimiento y miedo fruto de la enfermedad. Afuera, la sociedad se ve obligada a poner a las fuerzas del orden para imponer la medida. La opinión pública, consciente del peligro de saturación en los hospitales, pide a todos obedecer, sin importar el costo. Se empieza a sentir tensión en el ambiente; se generan focos de violencia en sectores populares.

En respuesta, los grupos de poder económicos y políticos apelan a la caridad para ahuyentar el fantasma de la culpa. Una canasta enviada una sola vez a una familia que vivirá semanas en cuarentena no es la solución. Sin un sacrificio extraordinario de los que más tienen, el sistema entrará en jaque mate. (O)

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