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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Columnista invitado

Camilo y Alejito: el lío de la muerte

Columnista invitado
02 de diciembre de 2015 - 00:00

Hay días interminables por las pérdidas irreparables y el tamaño de la ausencia sin fin. Por inconsciente fechoría de no sé quién se muere gente imprescindible que jamás debería morirse, o podría ocurrir la finitud completa de la existencia, pero tan solo cuando, colmada la realidad de sus valiosos aportes, el extrañamiento sea leve para el sentimiento comunitario. El pasado viernes 20 de noviembre, cuando nos comunicaron que Manuel Camilo Caicedo y Alejo Vergara (Camilo y Alejito) habían muerto en un trágico accidente de tránsito, recordamos aquellos versos de Antonio Preciado escritos para otro Manuel de fallecimiento equivocado: “porque la muerte se metió en un lío, porque mató al Manuel del vecindario”. Se titula Elegía y está en el poemario De sol a sol.

Es grande el lío de la muerte, grandísimo, porque mató a dos hermanos, el uno también era Manuel, pero todos le llamábamos ‘Camilo’ y al otro ‘Alejito’. “Muerte sin ton ni son, malafesiva…”, continúa el poeta. Los dos habían completado la impostergable tarea de desaprender y estaban en el volver aprender, proceso necesario para recrear un liderazgo afroecuatoriano de mayor alcance y representación comunitaria, ineludible en estos tiempos de progresismo latinoamericano. El Casa Adentro practicado en términos de cimarronismo político potenciaba aprendizajes, favorecía la discreción sin absolver al liderazgo de sus errores.

Alejito y Camilo creían en la autonomía político-partidista del movimiento social afroecuatoriano, no se empujaba al rompimiento con las propias convicciones políticas, más que eso, afirmar el poder político de la comunidad negra. A ellos les alegraban y también les preocupaban los avances, porque podrían ser coyunturales y sin repercusiones en las comunidades negras.

Alejito y Camilo, con el apoyo del maestro Juan García, estudiaban con premura el pensamiento crítico del Abuelo Zenón, porque “el aprender de lo propio también duele, porque es un proceso de comparación y reafirmación que requiere mucha reflexión, solo que esta vez se aprende con la certeza de estar aprendiendo sobre uno mismo, que es la verdad más cerca que tenemos los excluidos”. Ya no se perdía tiempo ni neuronas en comprender el ‘largo de la pisada’ de nadie, que cada quien responda por sus talentos. Ese simple ejercicio político facilitó y continuará facilitando acercamientos con quienes ejercitan diferentes liderazgos sin arriesgar dañinas rupturas.

Ese sábado, en el que la muerte “metió en pantuflas de once varas, fuera del más allá, sus pies de barro” analizábamos el evento de Portete 2015, “el esfuerzo por recurrir a la memoria colectiva (e histórica), para fundamentar sentido de pertenencia” y así hablar con nuestra voz propia como hablaron los ancestros, como hablaron los cimarrones, mujeres y hombres. Ese afán de Camilo y Alejito, venido del fondo del corazón, de hablar con las voces nuestras es su legado principal. No olvidarlo es perpetuar su recuerdo. Axê. (O)

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