Nuevamente nos disponemos a celebrar el 1 de junio; comienzan las promociones, las largas filas en las jugueterías, los restaurantes chatarra, cines, heladerías -y demás- mediante las cuales muchos padres y madres de familia festejan con sus hijos(as) el Día del Niño; ¿pero qué celebramos en realidad como sociedad?, ¿acaso los castigos que día a día sufren los niños como mecanismo de disciplina?, ¿quizás la violencia cotidiana que la mayoría de niñas padece en sus hogares, en la escuela, en las calles?, ¿posiblemente la decisión adulta de forzar a muchas niñas a ser madres prematuras como resultado del abuso sexual, la violación, la pederastia y el incesto?, ¿tal vez la “decisión voluntaria” de numerosos niños de dejar de estudiar, jugar y descansar por tener que trabajar?
Podría seguir enumerando más situaciones nefastas que evidencian que esta fecha emblemática no nos ofrece aún mucho que celebrar; al contrario, que es una fecha que nos recuerda que a pesar de la Convención de los Derechos del Niño, la Constitución, el Código de la Niñez, y muchas leyes más, seguimos en deuda con ellos, que los pendientes superan ampliamente a los avances en materia de protección de sus derechos y que los gobernantes continúan destinando los recursos preferencialmente para otros temas que no son la seguridad, la protección y el desarrollo infantil.
Creo que este año, que coincide con los 30 años de vigencia de la Convención de los Derechos del Niño, el país debe conmemorar el 1 de junio como el día en que se compromete con los niños y niñas a invertir en su bienestar, a fortalecer la institucionalidad del Sistema de Protección, a erradicar la violencia de sus vidas, a acabar con la impunidad de los delitos que se cometen en su contra.
Hay mucho por hacer, sin embargo, creo que debemos empezar por comprender que los niños no son objeto de las necesidades adultas, que son sujetos de derechos y que es una obligación jurídica y ética, como familia, sociedad y Estado, garantizarles una infancia feliz.
Cuando alcancemos por lo menos esta dimensión del respeto y cumplimiento de sus derechos, quizás podamos celebrar, con alguna razón, el Día del Niño. (O)
