Uno de los trabajos más peligrosos para la salud en Guayaquil seguro debe ser el de Papá Noel de almacén en el casco comercial. No digo aquellos ‘Santa’ que llegan a los centros comerciales, esos están sentados en una casita de fantasía y con el aire acondicionado del lugar; además, atienden por horas específicas, no me refiero a los que tienen la suerte o han trabajado para que el éxito les asista.

Me refiero al amigo que se viste con un traje abrigado, se pone peluca frondosa blanca, barba falsa abultada, botas, guantes, gorro y se para afuera de una tienda, pequeña o grande, tan estoico, desafiando los treinta y cinco y hasta cuarenta grados que nuestra majestuosa ciudad nos regala en estas fechas.

Debe ser alguna especie de superpoder de este hombre mantener la energía para estar toda una jornada de ocho horas de trabajo entonando el ‘Jojojó’ y diciendo promociones; de tanto en tanto, sin que ningún niño lo vea, aprovecha unos segundos para bajarse la barba y tomar un vaso de cola heladita de algún informal de esos que hacen equilibrio con la botella de tres litros en la palma de la mano.

Es que hace tanto calor en el diciembre guayaco que si el verdadero Papá Noel llegara del Polo Norte vería con ojos de granizado a su amigo Frosty, el muñeco de nieve, y seguramente lo querría bañar de piña, menta, rosa y leche condensada.

Jojojo-dida labor, la temperatura que sube y la presión arterial también, la pastillita de mañana y de noche junto con los otros achaques de aquellos ‘viejitos pascueros’, como les dicen en Chile a quienes se disfrazan de Papá Noel, que en verdad están pasados de peso y no usan relleno en la panza; esos dolores del nervio ciático, los pies hinchados, el dolor de cabeza. Y también aparecen esos otros que por la edad ya usan su propia barba blanca, dan ejemplo de constancia. Se trabaja hasta que den las piernas y el alma.

Comercialmente veo en televisión y en afiches de tiendas por departamentos que el personaje navideño favorito de todos ha cambiado de colores. Ahora los hay azules, algunos los proponen blancos, otros lo dibujan con mayor presencia del dorado; curioseando en internet lo vi hasta con un estilo hípster, pero aún no me conformo con los upgrades de la figura amable y regalona porque no se ha pensado en el ángulo costeño.

Para mí, el Papá Noel que vacile en mi calurosa y húmeda ciudad debe primero ya no ser papá de nadie porque eso cuesta plata cuando se es responsable; y cuando no, cuesta más todavía, así que podríamos llamarlo ‘Bróder Noel’, andaría en bicicleta y no en trineo, lo acompañaría un perro en vez de reno.

Usaría camiseta sin mangas blanca ceñida al cuerpo, pelo corto estilo militar y barba de candado, sombrero de ala ancha de medio lado y zapatillas por si hay problemas salir ‘volao’, simplemente porque la vida te da sorpresas. (O)