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El Telégrafo
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Tras las sombras… nada más

Tras las sombras… nada más
17 de febrero de 2013 - 00:00

Hace más de un año, caminando por la NN.UU., veía en las paradas de bus la propaganda del estreno del documental  “Tras las sombras del Niño del Terror”, el sonado caso de Juan Fernando Hermosa, quien aterrorizó con sus crímenes a la ciudad de Quito a inicios de los 90. Enseguida tuve el deseo de verla, quizá por la curiosidad o morbo que generan este tipo de hechos o personajes, pero no pude, ya que el estreno era con invitación.

Hace poco más de tres meses se realizó el lanzamiento del DVD del documental acompañado de publicidad y difusión en las redes sociales. Corrí a comprarlo, la primera vez que averigüé se había agotado. La segunda vez lo pude adquirir a dos dólares con cincuenta centavos en una tienda pirata. Cabe aclarar que es un producto original, no una copia. Por estos días vivimos un crecimiento importante en lo referente al cine y el audiovisual nacional que ha incorporado, entre otras cosas, la distribución de las obras a través del mercado pirata, con acuerdos que benefician a todos: artistas, público y distribuidores.

Dentro de este panorama tan promisorio aparece esta obra, pero luego de verla me invadió la inquietud. Debemos tomar muy en cuenta también que el lanzamiento fue realizado en el auditorio del Ministerio de Cultura en Quito y la distribución está a cargo de Asavip  (Asociación de Comerciantes de Audio y Video de Pichincha), que distribuye también películas como  “En el nombre de la hija” o  “Prometeo deportado”.

Ya en los primeros 10 minutos de documental, me parecía estar viendo un programa de crónica roja, con sus elementos estilísticos y estéticos (si se los puede llamar estéticos) presentes.

Por ejemplo, imágenes con efectos predeterminados, el uso del blanco y negro y el grano para ensuciar la imagen y que parezca celuloide, pero de manera exagerada como al inicio del documental, donde se dificulta la lectura del crédito de los realizadores por el excesivo movimiento de la imagen. También podemos encontrar errores ortográficos. Pero lo peor, la utilización del famoso flop (voltear la imagen), intento fallido de darle ritmo a una entrevista que termina siendo un monólogo interminable de Fausto Terán, teniente coronel en servicio pasivo que estuvo a cargo del operativo de captura de Hermosa,  quien relata lo sucedido como si fuera un capítulo de la serie “CSI”.

El entrevistado habla con desenfado y grandilocuencia, se regodea en detalles que al momento de la edición pudieron ser obviados. Por ejemplo, el entrevistado relata una anécdota en la que en resumidas cuentas Hermosa le cortaba la cabeza a los gatos y se bebía su sangre, al más puro estilo de Ozzy Osbourne. ¿Qué le pueden aportar estos detalles a la obra? ¿Cuál es la verdadera intención del documental? Estamos colmados de este tipo de material de crónica roja en la televisión, medios escritos e Internet, ¿por qué plasmarlo en un documental? Otro aspecto negativo es la falta de material de archivo o material gráfico y de apoyo. Existe redundancia en el contenido y se repiten hasta el cansancio ideas, tomas e imágenes sin ningún criterio a la hora de construir la narración.

Según manifiestan en una entrevista en Radio Canela, publicada en YouTube, el 24 de octubre de 2012, fueron dos años de investigación previa, una investigación que lamentablemente no se vislumbra en la obra o que quizá les fue difícil plasmar. La falta de testimonios, de una contraparte, de un conflicto que le dé vida a este relato, da cuenta de esto. Sin embargo, algo que podemos rescatar son los audios de las declaraciones de J.F. Hermosa y los miembros de la pandilla, varios videos de archivo, en especial uno en el que un niño de 4º grado del colegio Benalcázar entrevista a Hermosa, detenido en ese entonces en un centro para menores.

Pero hay algo más, un hecho muy particular. En el documental aparece una imagen de la tesis  “Monstruos construidos por los medios, Juan Fernando Hermosa”, de Milena Almeida Mariño. Es algo sumamente irónico que esta tesis aparezca en el documental y, además, esté citada en la página web de la obra como fuente de información. ¿De verdad para los realizadores fue fuente de información esta tesis? Y lo digo porque precisamente de lo que trata es de la construcción del monstruo, del demente, del asesino que crean y venden los medios a través de su poder y que funciona -a la vez- como herramienta del miedo. Según esta tesis, Hermosa termina por convertirse en la construcción perfecta de un personaje, desde su niñez sui géneris y violenta, hasta sus crímenes sanguinarios en contra de taxistas, camioneros y homosexuales. Y está la misma versión de Hermosa que apareció en programas como  “Pasado y confeso” y  “De la vida real”, y es esta la misma imagen que muestra el documental, es decir, nos vuelve a relatar lo mismo que hemos visto y leído desde hace más de 22 años. Según José X. Flores, el productor de esta obra,  “es un material didáctico para la Policía para apreciar cómo se hace un operativo”.

Si este fuera el caso, el documental debería haber terminado en la primera parte. Un video de dos horas donde durante el 80% del tiempo habla prácticamente solo una  persona, no tiene nada de didáctico. Y peor aún si se emplean imágenes como la fotografía del rostro desfigurado de Hermosa, que permanece demasiado tiempo en pantalla hasta provocar asco.

La responsabilidad de un realizador comprometido con lo que hace debe llegar más lejos. Digo esto porque ese “otro discurso”, del que habla la tesis de Milena Almeida y cuyo título es  “Los monstruos toman la palabra”, es tratado en  esta obra de manera escueta, donde nos muestran el testimonio de Fausto Terán, en el cual desacredita totalmente las declaraciones de Hermosa y de uno de los miembros de la pandilla del terror. “Nadie le creímos a Hermosa” es lo que manifiesta Fausto Terán, es decir, habla en nombre de “todos” y eso, al parecer, es suficiente. ¿Por qué no se entrevistó, por ejemplo, a Milena Almeida? Ella transcribe declaraciones reveladoras de quienes fueran miembros de la pandilla del terror y de J.F. Hermosa, en las cuales inculpan a terceros de sus crímenes. El caso de J.F. Hermosa no es un caso más, es un tema en extremo delicado y que aún guarda interrogantes.

Las voces de los muchachos de la Banda del Terror, quedaron en el olvido. ¿Por qué? Porque los que hablaron son delincuentes, dementes, locos, y a los locos nadie les cree. Los locos no tienen voz. Fuerte es su silencio… Reabrir el caso, reconstruir los hechos, sería la tarea de un penalista, el caso tal vez podría convertirse en una buena novela policial. No fueron mis intenciones. Mi objetivo era muy simple: indagar cómo el rostro de un criminal, de un asesino, se desfigura por el poder de los medios de comunicación hasta convertirlo en una bestia (1).

El documental “Tras las sombras del Niño del Terror” queda debiendo. Es una obra débil con un tema trascendental y a la vez delicado, que quizá merece mejor suerte.
1.  Almeida, Milena (2003). Monstruos construidos por los medios. Juan F. Hermosa, el Niño del Terror.

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