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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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Sobre la garantía educativa

Algunos padres se encuentran a diario merodeando sobre dónde pueden matricular a sus hijos. Y es una interrogante que persiste durante todo el año.  La “Institución Educativa”, no una en particular, sino refiriéndonos a institución como estructura social, promete una enseñanza eficaz, cumplir con los programas establecidos (de la forma que sea), formación religiosa y disciplinaria, variedad de disciplinas deportivas, actividades extracurriculares: se venden bien.  Sin embargo, no sabemos ciertamente en manos de quiénes ponemos a nuestros hijos.

El espacio escolar/educativo se halla rebosado por la oferta mercantil, por lo que promete.  Imponiéndose así una lucha contra el tiempo y el frenesí de terminar los programas establecidos, anulando de esta manera cualquier demanda del sujeto al que haremos referencia, que es el estudiante.  Entendamos el concepto de demanda, en el sentido como lo plantea el psicoanalista francés Jacques Lacan: una petición de reconocimiento del otro; en otras palabras, una petición personalizada.

Esto sin duda es inconcebible dentro de la institución, por el número de estudiantes que alberga y por los objetivos educativos que tiene que cumplir.  Con el afán de introducir información al estudiante, la subjetividad de este, él mismo como persona queda olvidado, para ser visto en forma de montón.  La enseñanza e intervención en masa es lo que caracteriza a la educación, acallando lo que bien podría ser una cercanía a la llamada formación integral.

Fuera de la “promesa educativa”, que sigue estándares de calidad, competencias del mercado y que es vendida no al estudiante, sino a los padres, a quienes se les vende la educación a manera de inversión, existe la promesa imaginaria, como garantía. Que es la que obtiene el estudiante (niño o adolescente) al entrar a dicha institución o estando dentro de ella. Esta consta en suponer que alguien dentro de la escuela es capaz de atender su demanda, en condición de ser humano, teniendo en cuenta su singularidad como tal.

De aquí que surge la interrogante: ¿Qué sucedería si esta garantía de la institución educativa, como grupo secundario de formación, no se cumple?  La escuela desempeña una labor suplementaria a la parental, por ello la demanda de índole subjetiva, proveniente de cada estudiante.  Surgida por la elaboración particular de cada uno, con lo que se espera de la escuela y la relación que se lleva con esta.  

Es una garantía implícita, que tiene que ver con la atención, con la escucha de aquel sujeto que habita la mitad de su niñez y adolescencia, en las cuatro paredes de la institución.  De la escucha de situaciones que no tienen necesariamente que ver con la educación o la escuela misma, sino de sueños, circos y demás fantasías o deseos.  Si esta promesa subjetiva sigue sin existir, seguiremos sin explicarnos el fracaso de la labor educativa.

Atentamente

Sic. Carlos Silva Koppel

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