El estático y sesgado análisis del Sr. Lomborg (EL TELÉGRAFO, 2 de marzo de 2016) olvida que a lo largo de la historia han sido los países ricos los que más han subsidiado la energía y la subsidian hasta estos días. El criterio para hacerlo ha sido siempre defender la producción propia y encarecer la importada; así han subsidiado y obligado al uso del carbón, la energía atómica y algunas fuentes alternativas de energía. Dichos subsidios están aún vigentes. Los subsidios tienen como fin aumentar la competitividad de la industria y de otros sectores económicos propios o de sectores de la población que lo necesitan.

Que los países ricos se presenten ahora como defensores del medio  ambiente y que lo presenten como un factor negativo de los subsidios a la energía, luego de haber contaminado sin límite alguno durante siglos, raya en el cinismo o en la necesidad de evadir responsabilidades.

Vale destacar el hecho de que la producción y uso de las centrales de energía atómica -la que más y peor contaminación produce- está enormemente subsidiada y beneficiada por el apoyo estatal que ha financiado su desarrollo e inútilmente ha recibido enormes subsidios, durante decenios, en la búsqueda de depósitos definitivos para los residuos radioactivos que produce. Ser un rico y bondadoso consejero de los países pobres tiene un tufillo de arrogancia y esconde intereses diferentes a los que se presentan en el artículo mencionado. Los subsidios en el mundo tienen todos los mismos fines que los que siempre tuvieron y tienen en los países ricos.

Finalmente, los sectores más beneficiados con subsidios han sido los más pudientes, tal es el caso de los bancos de los países ricos, que recibieron billones de dólares de ayuda estatal, cuando se desató la crisis financiera de 2008-2009, o en nuestro caso en la crisis bancaria de hace 16 años. (O)

Atentos saludos

Oswaldo Mantilla
Exasesor del Instituto Nacional de Energía (eliminado en el gobierno Sixto-Dahik)