En los pueblos originarios, particularmente de los Andes, en cada comunidad hay una persona muy particular: el yachak, persona sabia conocedora de la sanación, cuya capacidad de conocimiento trasciende hacia los saberes ancestrales. Estos saberes se orientan hacia el bienestar corporal, espiritual, personal y comunitario. El yachak es el conocedor de la medicina tradicional andina.

Este sabio, que es el protector del conocimiento, es un guía para la comunidad, ya que es alguien que ha podido deshacerse de los apegos y mira el sendero de la vida con la mayor sencillez humana. Para los yachak taitas y mamas, el camino del aprendizaje transcurre desde su nacimiento, practicando de forma permanente las enseñanzas de sus mayores. Es un caminar en equilibrio entre la salud y la enfermedad, entre la mente y el espíritu, entre el poder natural y el sobrenatural, entre lo humano y la Pachamama (madre naturaleza).

Los científicos sociales han generalizado con un solo término la denominación de este personaje, el yachak, a quien se refieren con la palabra internacionalmente conocida como ‘chamán’.

Según Joaquín Fernández Cocco esta palabra es de origen siberiano (manchú-tungu) e identifica el concepto de hombre-dios-medicina. La palabra tungu original de saman (xaman) contiene la raíz scha-, ‘saber’, por lo que chamán significaría “alguien que sabe, sabedor, que es un sabio”. Algunas investigaciones etimológicas indican que la palabra proviene del sánscrito, por mediación chino-budista, al manchú-tungu.

El yachak es una persona que vive en la comunidad y convive como cualquier otro vecino; realiza su tarea regularmente, es accesible a cualquier persona y utiliza únicamente recursos curativos naturales. Ha desarrollado cualidades extraordinarias pues es capaz de comunicarse con lo sobrenatural, con la fuerza existencial que comúnmente no podemos apreciar. Para la sanación, el yachak recurre al uso de bebidas preparadas especialmente para cada caso; estas pueden ser el ayahuasca o el san pedrillo, entre otras.

El lugar donde el yachak realiza las curaciones, los rituales o ceremonias, generalmente está junto a su casa, en un lugar especial donde se encuentra un altar que consiste en una mesa ceremonial, donde está presente el fuego sagrado, piedras energéticas que tienen el poder de la sanación y otros objetos sacralizados con una relación directa y natural, cuya interpretación conocen solamente los personajes sabios, puesto que son ellos quienes se comunican con otra dimensión.

Además puede encontrarse algún santo -dependiendo el grado de sincretismo religioso- al que también invocan para la curación. En la oración se invoca a la Pachamama como fuerza espiritual y a los Dioses como parte de la religiosidad. También el yachak con la persona en tratamiento visitan algunos de los lugares sagrados para lograr mayor fuerza en su curación. Todo depende de si se trata de una enfermedad física, mental o espiritual. La capacidad curativa del yachak siempre está acompañada y fortalecida por la fuerza y energía sobrenatural que solamente puede dar la madre naturaleza: los cerros y las montañas, los ríos, lagunas, cascadas, las vertientes y pogllos (sitios sagrados), divinidades que acompañarán en la ceremonia que el yachak realiza con cada persona. En toda la ceremonia no puede faltar el tabaco, las plantas dulces aromáticas (clasificadas entre calientes y frescas) y el sahumerio encendido, entre otros medicamentos propios de la  especialidad de cada yachak. Estos y otros elementos de la naturaleza ayudan a restaurar y mantener un equilibrio energético para sanar a la persona que lo necesite. Valeriana Anaguarqui, una reconocida yachak de Chimborazo, en un trabajo realizado por Cristina Márquez afirma: “Trato de conectarme con el paciente para saber qué siente y cómo esa carga de emociones negativas afecta a su cuerpo”. Este diagnóstico se hace por medio de una vela. Luego se seleccionan las hierbas de acuerdo con la necesidad de cada persona y se las pasa sobre su cuerpo.  

De forma general, para todo yachak, las ceremonias implican un ritual de cantos y limpias, de conexión profunda con la Pachamama y sus deidades, de donde provienen las fuerzas y la sabiduría. Para renovar estas energías y para su propia curación, el yachak visita frecuentemente los espacios sagrados; aquel paisaje lleno de encantos y de magia que encierra misterios profundos y sabiduría infinita. Es en esa fuerza cósmica donde seguramente reposan los grandes espíritus de los ancestros. El yachak es un personaje que tiene junto a su sabiduría el don de la sanación, una capacidad que se mantiene en la memoria del ayllu comunitario. Una memoria que la colonización no pudo borrar, pese a la enorme y feroz persecución con la que trataron de extirparla. Estos saberes, paulatinamente, logran tener mayor presencia hasta protegerlos como parte esencial de la cultura y de los saberes ancestrales de los pueblos y nacionalidades indígenas y, por lo tanto, como parte fundamental del país. Así lo afirma la Constitución ecuatoriana en su art. 57, en el que se reconoce y garantiza sus derechos colectivos, con los que se aspira a mantener, proteger y desarrollar los conocimientos colectivos: sus ciencias, tecnologías y saberes ancestrales; ya que en la profundidad de la comunidad existe una diversidad biológica, de medicinas y prácticas que deberían promoverse y protegerse, al igual que los lugares y rituales sagrados, dado que las tradiciones configuran la esencia de la identidad colectiva de nuestros pueblos como los conocimientos que derivan de estas, que son patrimonio de la humanidad. (I)