“Hemos considerado enfoques valiosos sobre el desarrollo en la región, como las nociones de buen vivir y vivir bien, donde la armonía con la naturaleza y la identidad comunitaria están intrínsecamente ligadas al desarrollo”.

Estas son palabras de Jessica Faieta, Subsecretaria General de las Naciones Unidas y Directora Regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que pueden leerse en el prólogo del Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, que tiene el título de “Progreso multidimensional: bienestar más allá del ingreso”.

En el evento de presentación de este informe, mismo que tuvo lugar en la sede del Parlamento Latinoamericano y Caribeño, en Panamá, el Coordinador General del mismo, George Gray, señaló que los conceptos de Buen Vivir de Ecuador y de Vivir Bien de Bolivia les sirvieron de inspiración para pensar en el desarrollo de forma holística. “Tuvimos la oportunidad de compartir con los gobiernos y los pueblos de Ecuador y de Bolivia sobre conceptos tan novedosos como el Buen Vivir o el Vivir Bien, que son paradigmas alternativos sobre el uso del tiempo, sobre la armonía con la naturaleza, sobre las relaciones entre comunidades y sobre la manera de construir un horizonte distinto al de una modernidad basada solo en la acumulación de ingreso o activos. Esto nos ha parecido muy interesante y muy importante y nos ha inspirado a trabajar con esa mirada holística”.

¿Qué es lo novedoso en el informe sobre progreso multidimensional del PNUD? Hay cuatro grandes titulares que se desprenden de este informe. El primero, que el desarrollo medido desde los conceptos econométricos clásicos ha quedado claramente obsoleto. Ya en 1990, cuando la ONU introdujo el “Índice de Desarrollo Humano”, se hizo un primer reconocimiento internacional de que el Producto Interno Bruto (PIB), o los indicadores de progreso económico, no se relacionaban directamente con el bienestar de las personas y las sociedades, por lo que no eran los más adecuados para medir el desarrollo social. Así, se puede dar la paradoja de que, por ejemplo, un conflicto militar o un desastre natural generen incrementos en el PIB de un país, aun cuando estos hechos tengan un altísimo impacto negativo en la calidad de la vida de las personas. De igual modo, el incremento en la riqueza no se corresponde en incrementos proporcionales en el bienestar o en la felicidad de las personas, tal y como demostró hace ya más de 40 años el economista Richard Easterlin. Esta idea nos orienta hacia el segundo titular del informe del PNUD, que el crecimiento económico no es suficiente para asegurarse un desarrollo social integral: Más de lo mismo no rinde lo mismo. Así, en el informe queda claro que los países de renta media no se gradúan en materia de desarrollo por superar un determinado umbral de ingreso per cápita, y que no se puede considerar progreso nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades y nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta.

El tercer titular del informe es que mientras que salir de la pobreza se relaciona sobre todo con los mercados laborales y el rendimiento educativo, los factores que impiden que las personas recaigan en la pobreza conciernen principalmente al acceso a la protección social, es decir, a contar con adecuadas políticas de servicios sociales, cuidado de las personas dependientes, pensiones, sistemas universalizados de atención o empoderamiento laboral. Esto es relevante porque, ante una previsible caída del crecimiento económico en la región, el PNUD estima que entre 25 y 30 millones de personas en Latinoamérica y el Caribe se encuentran en riesgo de recaer en la pobreza.

Finalmente, el cuarto titular es que para afrontar los retos derivados de trabajar con un modelo multidimensional de progreso, los Estados deben también reconfigurar su estructura y los servicios que prestan a los ciudadanos. En este sentido, se sugiere cuatro grandes recomendaciones: 1. Una mejor articulación territorial entre los distintos niveles de la administración pública; 2. Una más intensa coordinación intersectorial que maximice la eficiencia de los servicios públicos; 3. Un abordaje integral que tenga en cuenta las necesidades de las personas a lo largo del ciclo de vida y; 4. El estímulo de la participación ciudadana, mediante espacios, mecanismos de participación e institucionalidad.

El Ecuador ya está aplicando este tipo de medidas, aunque sigue habiendo camino por recorrer. No obstante, el hecho de que las Naciones Unidas reconozca como buenas prácticas las iniciativas que se vienen desarrollando en nuestro país es sin duda una buena noticia e indica que estamos en un “buen camino”. Incluso podríamos decir que el Ecuador va un paso por delante en muchos aspectos. Por ejemplo, el informe del PNUD, a pesar de reconocer que el progreso es algo multidimensional, sigue tomando como referencia los aspectos materiales y no presta la debida atención a aspectos culturales, a los valores y las virtudes de los ciudadanos o a la calidad de vida que se deriva de las relaciones humanas o las prácticas comunitarias.

Debemos pensar si los conceptos de desarrollo y progreso que se manejan son compatibles con la sostenibilidad de la vida en el planeta y con el Buen Vivir. De hecho, en las conclusiones se abre justamente esa puerta, por la que nosotros ya estamos entrando. Se dice: “En un nivel más profundo, las nociones mismas de progreso, bienestar y desarrollo requieren una redefinición”. Este es uno de los retos que debemos afrontar colectivamente en los próximos años. (I)