El más hermoso de los volcanes, el Cotopaxi, muestra todo el poder de la naturaleza. Conectado con el magma en sus entrañas, constituye una amenaza para las poblaciones y personas que viven cerca de él o junto a los ríos que conducirían en caso de una erupción enormes cantidades de lahares provenientes del deshielo de sus glaciares y toda la materia que acarrearían a su paso.

Es la hora de la solidaridad ciudadana, la de la unidad, la de la responsabilidad y la ayuda incondicional. Cada ecuatoriano debemos convertirnos en un voluntario más para ofrecer nuestra ayuda en los términos en que esta sea requerida.

El Gobierno Central brinda los recursos disponibles al igual que las municipalidades y gobiernos provinciales, la empresa privada, las organizaciones sociales y el sencillo ciudadano con su aporte cualesquiera que este sea.

La ciudadanía se construye con derechos y deberes. Este es el momento de los deberes y de estos uno de los más importantes es el de solidaridad. Que no veamos solo el interés personal o familiar sino el de la familia ampliada, entendida esta como la Nación entera. La historia nos juzgará más por lo que hicimos en los tiempos difíciles que por las épocas de bonanza.

El primer deber es estar informado de lo que ocurre o pueda ocurrir y comunicarlo con responsabilidad. El segundo, apoyar a la comunidad mejorando cada uno de nuestros emprendimientos y responsabilidades de toda índole. Lo fundamental es descubrir que nuestra misión en la vida es dar más que recibir, ayudar más que ser ayudado, comprender más que ser comprendido; es decir, entender el bello mensaje de San Francisco que resume en su oración lo más puro y hermoso de la verdadera condición humana.

Si llegase a ocurrir la anunciada y posible erupción, que nos encuentre unidos a todas y todos los ecuatorianos para que los efectos de la misma puedan ser subsanados con la acción colectiva y la recuperación sea pronta para beneficio de todos.

Existe la posibilidad, como dicen los expertos en vulcanología, que la erupción no se produzca y que la actividad de emisión de ceniza continúe por meses o años, como ocurre con el Tungurahua. Si este es el caso, una seria y continua educación deberá enseñarnos como vivir bien en esta tierra llena de volcanes.

Al igual que el Cotopaxi, el fenómeno El Niño amenaza a nuestra región litoral e insular, principalmente. De la misma manera, en este caso todos debemos sentirnos también responsables de compartir las dificultades, afrontarlas y aportar en la medida de nuestras posibilidades para superar los mayores problemas.

Somos uno de los más pequeños países de Suramérica, en nuestro mejor criterio el más hermoso y el más diverso y debemos, en estos y todos los tiempos, ser dignos de la hora y las circunstancias que nos ha tocado vivir. Es la hora de la solidaridad de todo el pueblo ecuatoriano. (O)