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La felicidad es un tema serio para la ciencia

El PIB de Estados Unidos se triplicó en los últimos 50 años, pero el nivel de felicidad de la población sigue igual.
El PIB de Estados Unidos se triplicó en los últimos 50 años, pero el nivel de felicidad de la población sigue igual.
Foto: cortesía
01 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Actualidad

La felicidad es un tema fundamental para muchos de los filósofos y pensadores a lo largo de la historia. La idea de que la felicidad es el bien supremo era una creencia compartida por la mayoría de los filósofos de la antigüedad clásica. Fue en esta época cuando el filósofo griego Platón fundó la ‘Academia de Atenas’. Si bien la felicidad nunca ha dejado de estar presente en la historia del pensamiento, al avanzar por la Edad Moderna, a partir del siglo XIX, con la influencia del pensamiento positivista y el consecuente establecimiento del método científico como única fuente de generación de conocimiento, la palabra felicidad desaparece de los discursos académicos dentro de las áreas científicas, quedando relegada al léxico de disciplinas consideradas como inferiores. La idea de felicidad perdió importancia; ya en el siglo XVIII el filósofo Immanuel Kant la concibe como algo imposible de alcanzar. De modo que, por considerarse un concepto demasiado abstracto, subjetivo, intangible e incuantificable, la felicidad pasó a ser algo irrelevante para el mundo científico.

Aún en la actualidad, en ciertos círculos académicos e intelectuales, una persona que plantee que su objetivo en la vida es ser feliz probablemente será considerada como alguien simplón y limitado o, en el mejor de los casos, ingenuo. No obstante, esta tendencia ha comenzado a cambiar hace ya algunas décadas. Descubrimientos y avances en áreas como la neurociencia, la psicología y las ciencias sociales han dado nuevas luces al asunto, poniendo nuevamente el tema de la felicidad sobre la mesa de los doctos.

Una autoridad mundial y uno de los pioneros en la investigación sobre la felicidad es el estadounidense doctor en psicología, profesor universitario y autor Edward Diener. Él acuñó el término “bienestar subjetivo” y su carrera, a lo largo de tres décadas de investigación, se ha centrado en la medición del bienestar y de la felicidad, cómo el temperamento y la personalidad influyen en el bienestar, las teorías del bienestar, la relación entre ingresos y bienestar y la influencia de la cultura en el bienestar.

En sus estudios Diener pudo observar, dentro de la primera muestra representativa en el mundo de ese tipo, que hay algunos elementos comunes que universalmente mejoran el bienestar subjetivo y la felicidad de las personas, como la confianza y el respeto interpersonales, y también algunos elementos que son específicos a la cultura. Por ejemplo, la autoestima tiene una mayor relevancia respecto a la satisfacción de vida en las sociedades individualistas y menos relevancia en las sociedades colectivistas. De igual modo, la religiosidad es un indicador más relevante para la satisfacción de vida en las sociedades altamente religiosas. 

Diener, a la luz de lo que le han revelado sus estudios, ha hecho fuertes críticas al PIB (Producto Interno Bruto) como forma de medición del bienestar de una nación, señalando que, por una parte, no considera factores que son muy relevantes para el bienestar y, por otro lado, que existen factores que aumentan el PIB pero que son de hecho un signo de malestar social, como el aumento del número de cárceles. En el ámbito metodológico, explica que para poder medir la felicidad se la divide estableciendo diversos indicadores que se miden individualmente, que van desde la satisfacción de las personas con su salud o su matrimonio, hasta el nivel general de optimismo o la frecuencia con la que sienten emociones positivas, como la gratitud, la calma o la alegría, y también negativas, como la tristeza o la ansiedad -aclara que está bien experimentar emociones negativas, pero que cuando se experimentan con demasiada frecuencia e intensidad se transforman en condiciones patológicas, como la depresión (en caso de la tristeza) y el estrés (en caso de la ansiedad)-.  

El investigador destaca que es importante hablar de una felicidad sustentable y que actitudes hedonistas, como el consumo de drogas, pueden dar satisfacción momentánea, pero que no se sostiene en el tiempo y que, por el contrario, mientras más se prolongan estas conductas, acarrean cada vez mayores consecuencias negativas para quienes las adoptan. Diener destaca tres factores que considera clave para alcanzar una felicidad sustentable. El primero es mantener fuertes vínculos sociales; el segundo elemento es darle un sentido o tener un propósito en la vida (objetivos y motivaciones que trasciendan la mera sobrevivencia y la búsqueda de experiencias placenteras como fin último); y el tercero es poseer lo que él denomina como “maestría”, es decir, contar con los conocimientos y las habilidades necesarias para desenvolverse de forma competente en el propio medio.

Afirma que en sus estudios ha observado que, en general, las personas cuyas vidas carecen de alguno de estos ingredientes transitan por la vida buscando experiencias que les den felicidad, pero en el largo plazo la mayoría de estos individuos termina sintiéndose infeliz. Algunos otros de sus hallazgos (el hecho de que muchas personas exitosas no son felices porque viven bajo enormes niveles de estrés, o el hecho de que a pesar de que el PIB de Estados Unidos se ha triplicado en los últimos 50 años, el nivel de felicidad de la población ha permanecido exactamente igual durante ese mismo período) ponen en perspectiva los ideales de vida de la sociedad de consumo y llevan a cuestionar los parámetros bajo los cuales se mide el éxito. 

Hoy en día la felicidad es un tema que se toma con absoluta seriedad en círculos académicos que están a la vanguardia de la investigación científica. El trabajo pionero de destacados expertos, como el mencionado Dr. Diener, ha devuelto la felicidad al centro del debate académico, abriendo campo a una nueva ciencia, la ciencia de la felicidad. (I)

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