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Ama llulla, ama shua, ama quilla

Ama llulla, ama shua, ama quilla
13 de septiembre de 2015 - 00:00 - Freddy Ehlers Zurita

Tres preceptos resumen el pensamiento ancestral de los pueblos de nuestra primera historia: No mentir, no robar, no ser ocioso.

No mentir, es decir, ser honesto, decir la verdad, es tal vez la más importante de las virtudes humanas, para poder confiar, para creer en la palabra, para no ser engañado.

El decir la verdad constituye un elemento consustancial de la naturaleza humana, pero valdría la pena analizar si en el marketing que promueve el consumismo se dice la verdad, o si este está basado en el engaño, en hacer creer a las personas que van a ser felices si compran tal o cual producto. En muchas cátedras se enseña a engañar como parte del recurso publicitario para que aumenten las ventas y la utilidad.

¿En política se dice la verdad? ¿En las relaciones de pareja? ¿En las tesis y artículos basados en el copy-paste? Devolverle a la palabra su condición de certeza es volver a hablar nuevamente, fraternalmente, entre hermanos, pero con todos, porque todos deben ser tratados como hermanos.

No robar, no tomar lo que no nos pertenece, no hacer de los negocios la fuente del atraco, sino promover el comercio y precio justo. Pero robar no es solo un término económico; se roba la dignidad a las personas, el derecho a la libertad, se roba la esperanza, la inocencia, el derecho a la salud, a la educación, a una vivienda digna, a un trato cordial. Es casi costumbre en muchos barrios y ciudades robar la electricidad o robar el agua por parte de los más poderosos sin repartir equitativamente el líquido vital a todas las personas que lo necesitan.

No ser ocioso. Hacer del trabajo un espacio de realización personal. No dejar que otros hagan el trabajo que nos corresponde a nosotros, desde lavar los platos en la casa, arreglar y ordenar nuestras cosas, cuidar la pequeña o grande chacra o cumplir a cabalidad con las obligaciones a las que nos hemos comprometido.

Hacer del trabajo algo digno y hermoso. El ocio es hoy entendido como un derecho ciudadano al descanso y al pleno disfrute de nuestro tiempo libre, pero el ser ocioso tiene otro significado en la acepción kichwa: es la persona floja, vaga, que se aprovecha de las demás. El ocioso se entiende como el que no disfruta sino malgasta el maravilloso tiempo del ocio, y cuando hay que trabajar, no lo hace con alegría y responsabilidad.

Hoy la tendencia en muchas organizaciones es unir estos dos términos aparentemente contradictorios, ocio y trabajo, haciendo del trabajo un lugar lúdico de disfrute de la vida productiva y entendiendo al mismo tiempo que el tiempo de ocio bien utilizado se convierte en un medio maravilloso para lograr la paz, la alegría de vivir y una buena salud física y mental, constituyendo de esta manera un factor también económico para el Buen Vivir.

¡Qué importante es hoy, hacer del ama llulla, el ama shua y el ama quilla una norma de vida, para practicarla siempre dentro y fuera de casa! Como lo hacían los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos, desde los primeros tiempos. (O)

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