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Detener la polución es una tarea cotidiana de todos, un consejo práctico es evitar comprar productos de plástico

1.200 millones de personas en el mundo no tienen acceso a una fuente de agua segura

Veinte de cada 100 especies en un medio de agua dulce contaminada se han extinguido o están en peligro de desaparecer, según entidades internacionales.
Veinte de cada 100 especies en un medio de agua dulce contaminada se han extinguido o están en peligro de desaparecer, según entidades internacionales.
Foto: cortesía Pixabay
11 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Actualidad

“El animal hombre, es el único que ensucia el agua que bebe, corta el árbol que le da sombra, mata para no comer y contamina el sitio donde vive (…) por eso está condenado a su propia extinción”. Esta famosa frase del poema titulado ‘El Hombre’, escrita por el brasileño Benedito Ruy Barboza, encierra la tragedia de la contaminación.

¿Puede el ser humano vivir sin agua? La respuesta es no. Si todos sabemos de la vital importancia del agua, ¿por qué la contaminamos todos los días, vertiendo desechos a los ríos, lagunas y lagos del planeta? ¿Hay algo de inteligencia superior en esta acción? Nuevamente el no es la respuesta.

La contaminación es la incorporación de sustancias en un medio (como el agua) que provocan que este sea inseguro o no apto para su uso y consumo. El factor contaminante puede ser tanto una sustancia química (detergentes) como energética (radiactividad). En pocas palabras, la contaminación produce una alteración negativa del estado natural del medio.

En pocas situaciones el agua se contamina por efectos de la misma naturaleza. La erupción de un volcán o los efectos de un huracán pueden ensuciar un lago, laguna o río durante un tiempo. El tiempo de restablecimiento del equilibrio es corto y estos eventos son esporádicos. Lo cierto es que los humanos  provocan la contaminación.

Como dirían los economistas, el agua es un bien escaso y el mundo está en rendimientos decrecientes para seguirla produciendo. Menos del 3% del total de agua en el planeta es dulce, incluida la congelada, las subterráneas dulces y la humedad del suelo. Esta mínima cantidad es la que intoxicamos más.

Parece importar poco el destino del recurso fundamental para la existencia. La contaminación aunada al cambio climático provoca que actualmente 1.200 millones de personas no tengan acceso a una fuente de agua segura.

Las enfermedades por aguas contaminadas matan a más de 4 millones de niños al año y, por si fuera poco, 20 de cada 100 especies en un medio de agua dulce se han extinguido o están en peligro de desaparecer.

La contaminación y la degradación del agua son un efecto del mal manejo del ambiente, pero también son ocasionadas por el crecimiento poblacional desordenado.

El ‘Informe GEO 5; Perspectivas del Medio Ambiente Mundial’, publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, afirma que “las poblaciones y las economías en crecimiento presionan los sistemas ambientales hasta desestabilizar sus límites”. Irónicamente, el ser humano ha sido (y sigue siendo) el principal contaminador del agua.

Las personas se preocupan del agua solo para satisfacer sus necesidades. Se exigen embalses, construcción de canales de riego, obras de captación, sistemas de agua potable.

Demandamos, pero hacemos poco caso de nuestras obligaciones. Entre ellas está la protección de la naturaleza. Este rol no solo le compete a las instituciones del Gobierno, sino a todos.

Los nacientes de agua nacen puros, limpios y prístinos. Si a los humanos les molesta que un ave ensucie sus jardines o que un volcán contamine el aire con sus cenizas, ¿por qué entonces contaminamos la naturaleza?

Irónicamente el problema del ambiente no es la naturaleza. No son los árboles, las aves y el aire. Es lo que hace el humano. Y esto es lo que se debe cambiar. El mundo y también nosotros, los ecuatorianos, tenemos una deuda alta para frenar y evitar la contaminación y el uso irracional del agua. Las industrias, hogares y actividades agropecuarias sin control tienen su parte de responsabilidad.

Según la Secretaría Nacional del Agua (Senagua), de cada 100 litros de agua que se consumen, 81,1 se utilizan en la agricultura (riego), 12,3 en uso doméstico, 6,3 en industria y 0,3 en otros.

Todos los litros de agua que se emplean en la agricultura, industria y casa es lo que se llama la huella hídrica, indicador que mide el volumen de agua dulce que se usa para producir bienes y servicios.

El problema es que el humano no solo contamina cada vez más, sino que también demanda más agua para los alimentos, las ropas y los hogares. Esto francamente no es sostenible.

La erosión en los suelos ha incrementado las cargas de sedimentos en los ríos y arroyos, disminuyendo el caudal de las aguas. Si sumamos a esto la deforestación y las inadecuadas prácticas del uso del suelo, los días de las fuentes de agua están contados.

Y esto no es una promesa, ¡es un hecho! Este fenómeno, junto al cambio climático, ha ocasionado en los últimos 40 años que el caudal del río Amazonas haya experimentado una disminución del 20%.

Entre los ríos que presentan niveles de contaminación relevantes están el Machángara(Pichincha), Guayllabamba (Pichincha), Esmeraldas (Esmeraldas) y Guayas (Guayas). La contaminación atenta también contra las especies que no son acuáticas. En Ecuador, la contaminación, deforestación y la caza ilegal son la triada del mal contra los animales.

Si se asumen como ciertos los datos que estiman que en el país existe un total 2.595 especies propias, entre mamíferos, aves y anfibios, la situación es más que grave, porque hay un listado de 1.250 especies en alguna categoría de amenaza.

Al margen de la discusión sobre las cantidades, lo cierto es que la contaminación es un hecho al que se debe enfrentar.

Afortunadamente las entidades del Gobierno Central, junto a los descentralizados, impulsan varias iniciativas como el Programa de Restauración Forestal con fines de Conservación Ambiental y Protección de Cuencas Hídricas, el Proyecto de Adaptación al Cambio Climático (PACC) o la campaña de limpieza de ríos y playas, conocida como ‘Playaton’.  

Este último es un buen ejemplo de corresponsabilidad entre todas las personas. Hoy existen diversos grupos que con sus iniciativas están conteniendo en algo, lo que las generaciones predecesoras han destruido.

Sin embargo, ¡tenemos que hacer mucho más! La acción debe ser en todos los barrios, comunidades y viviendas para que realmente sea global.

Ya no se puede aducir que el comportamiento es por desconocimiento. Es por falta de conciencia. Por actuar así el ser humano está autocondenándose a la destrucción.

¿Será que Benedito Ruy tenía razón, que por su acción, el humano está destinado a la muerte? Hasta hoy parece ser lapidaria su visión del futuro. Pero, muchos creen que es posible construir un nuevo mundo, con un nuevo ser humano. Para hacerlo, hay que empezar a sentir a todo el planeta, al agua, al aire, al animal, al vegetal como parte de nosotros. Porque efectivamente así es.

¿Qué podemos hacer para evitar este ritmo de contaminación?

Las soluciones que pueden practicar los seres humanos son económicas y muy sencillas. Adoptemos la práctica de no tirar ningún tipo de basura o líquido contaminante a los ríos, lagunas y playas; debemos separar la basura de forma adecuada e incorporar el hábito de reciclaje.

Dejar de arrojar plástico a los ríos y las playas en el mundo es urgente. Esta acción criminal contra el planeta es la principal causante de las tristemente famosas islas de basura en el océano Pacífico, las que causan miles de muertes en las diversas especies marinas. Si es posible evitar la compra de agua envasada, ya que comporta la multiplicación de envases plásticos no retornables.

Lo mejor es llevar una botella con agua cuando salimos de la casa, rellenándola cuando sea necesario. Si 1.000 familias integrada por tres miembros lo hiciera diariamente habría 3.000 botellas de plástico menos contaminando en un solo día y 30.000 menos en un mes.

No se trata de un favor, sino de un deber que tenemos con nosotros mismos. Es preferible una pequeña acción todos los días, que una gran acción en un año.
Tomar agua es la única forma de quitarnos la sed. Por ello, evitar la contaminación es una acción de todos los días.

Dejemos el curso de los ríos y las lagunas hacer lo suyo. Si ellos nacen limpios, ¿quiénes somos para destruirlas? ¡Hacer el cambio depende de ti! ¡Depende de nosotros! (O)

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