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La ropa no se viste, se interpreta

La ropa no se viste, se interpreta
29 de junio de 2014 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez

Llevaba el pelo blanco, vestía pantalones ceñidos, camisetas marinières, gafas de pasta y a veces unos zapatos de cuero negro con un leve tacón que le regalaban 3 centímetros de grandeza, aunque no le hacían falta. Era Andy Warhol, y no solo fue el artista que conmocionó el mainstream de la cultura occidental dándole otro sentido a través del pop art, sino que marcó tendencias en el mundo de la moda masculina brindándole contenido a la forma y color al contenido.

Pero él no fue el único. En la segunda mitad del siglo XX, las actividades económicas atravesaron una agresiva campaña de industrialización que comenzó con el fordismo y la moda no se quedó atrás de este fenómeno. Esa industria necesitaba de íconos que popularizaran estilos para alentar las ventas y, además, que supieran que no solo bastaba con vestir la ropa, sino que había que interpretarla. Uno de ellos fue Steve McQueen.

Aunque trabajaba en películas en que la violencia y velocidad eran los ejes, este hombre siempre proyectó una calma que suavizaba sus rasgos de piedra y sus roles extremadamente masculinos. La moda también le ayudó a serenarse. McQueen era fanático de los pantalones chinos, conocidos como pantalones khakis en Estados Unidos. Su origen se remonta a la India, cuando en el siglo XVIII, los soldados ingleses empapaban sus pantalones blancos de pijama con extracto de hojas de té verde para resistir las altas temperaturas y para camuflarse. Luego se convertirían en los pantalones de los exploradores ingleses en África y de los combatientes de la Segunda Guerra Mundial, hasta que en 1906, Levi Strauss terminó comercializándolo.

La moda no es espiral, sino circular. Parecería que siempre está en ascenso, pero no es más que una reinvención de una tradición o de algún elemento de la vida cotidiana. Jimi Hendrix antes de convertirse en la estrella del rock psicodélico, fue miembro del ejército estadounidense. Ahí, no solo ratificó su condición de desobediente social, sino que heredó el vestuario que lo identificaría durante su carrera: la casaca o chaqueta militar. Hendrix compró su primera chaqueta en una tienda de segunda mano llamada I Was Lord Kitchener’s Valet, a la que acudían artistas como Mick Jagger, John Lennon, Pete Townshend y Eric Clapton, entre otros.

Uno de los más famosos abrigos militares de Hendrix fue la chaqueta de Royal Hussar, que se remonta al siglo XVIII cuando el general Lasalle, conocido como el ‘General Hussar’, portaba este tipo de vestuario inspirado en la moda de Hungría: abrigos adornados con grandes borlas de oro, cuerdas horizontales que cruzan el pecho y nudos austriacos en las mangas para mostrar su rango. Sin embargo, la fascinación de Hendrix por esta prenda no terminó ahí: la siguiente fue una chaqueta basada en el Royal Army Veterinary Corps del ejército británico que le causó problemas. Los militares y veteranos de guerra ingleses le habrían manifestado su rechazo porque lo consideraban una ofensa, más cuando se enteraban de que Hendrix era estadounidense y estrella del rock. De todos modos, él tocó su guitarra y todos se calmaron.

Generadora de identidades

La moda crea un nuevo individuo. La ropa se convierte en una máscara, la mayoría de veces, autoimpuesta. Es la forma en que uno quiere presentarse ante la sociedad para que le den un nombre: hippie, grunge, indie, roquero, popero… La ropa no solo cubre y satisface una necesidad, como la de no sentir frío, sino que otorga una identidad, casi siempre colectiva.

James Dean, por ejemplo, vendió el prototipo del “rebelde sin causa” a los jóvenes de su época y de paso definió una tendencia de estilo con la famosa cazadora bomber, cuyo modelo original se llamó G9 y fue creada por la firma inglesa Baracuta.

Frank Sinatra hizo famoso al sombrero borsalino que fue ideado en el siglo XIX por Giuseppe Borsalino; mientras que el líder de Nirvana, Kurt Cobain, subió al escenario con blue jeans desgastados y camisas de leñador, que fueron diseñadas a principios del siglo XX por la empresa Pendleton. El mítico actor Michael Caine, de origen cockney, hizo de las gafas de pasta un accesorio que hasta ahora no se puede dejar de usar. Don Johnson, quien interpretaba a Sonny Crockett en la serie Miami Vice, puso de moda al traje de verano, que era de tipo informal con camiseta, en tonos pastel y hombreras. Elvis Presley, inspirado por el corte amplio de los trajes zoot de los músicos de jazz de Harlem, hizo de uso común el blazer oversized.   Después de que Marlon Brando actuara en The Wild One, los hombres no solo querían una moto, sino una cazadora motera con una gorra de medio lado. El desalineado peinado de Bob Dylan además de ser un misterio para quienes querían verse como él, también era con lo que combinaba su ropa: chaqueta tipo sahariana, suéter de turtle neck, pantalones pesqueros pitillo y pañuelos de seda de varios colores.

La moda los hacía visibles. Los reconocía como parte de este mundo. Ellos supieron darle sentido a lo que llevaban puesto, pues lo consideraban como una extensión de su cuerpo. En latín la palabra estética significa estar dotado de cierta sensibilidad. Por eso se suele decir que sin estética no hay ética. El semiólogo francés Roland Barthes manifestaba que la sociedad industrial genera consumidores que no necesitan de ropa por su valor de uso, sino por su valor simbólico, es decir, por la marca. “Lo que el público consume no es el objeto sino el nombre”. Es cierto, pero detrás de ese nombre hay un saber, y detrás de ese saber hay un individuo que no deja siluetear las nuevas formas de la vida a través de prendas que están destinadas a eternizarse en quien las vista.

MODA MASCULINA ATERRIZA EN ECUADOR

Ecuador recibe por primera vez a la revista Gentleman, de origen europeo, especializada en moda masculina. Según el equipo que la hace, fue concebida como un manual de estilo para el buen vestir de los hombres. Este esfuerzo editorial no solo se concentra en textos, imágenes y consejos sobre moda masculina, también aborda temas de gastronomía, viajes, diseño, artes, deporte y cultura.

Por ejemplo, en esta primera edición, se presenta un perfil del camaleónico actor estadounidense Matthew McConaughey, quien ganó el Premio Oscar como mejor actor por la película Dallas Buyers Club y se consagró como una de las mayores promesas del cine contemporáneo después de su actuación en la serie True Detective. También, hay una entrevista al pintor ecuatoriano Voroshilov Bazante, cuya infancia, como se suele contrastar, se parece a una novela del escritor Frank McCourt; y un artículo en el que se aborda el trabajo de algunos de los más prestigiosos sastres del mundo: como Sir Tom Baker, Gonzalo López Larraínzar, Massimo y Lorenzo Cifonelli, entre otros.

El grupo Olimpo Business fue el encargado de traer la revista al país. El consorcio cuenta actualmente con 2 líneas de negocio: una dedicada a vestir al hombre ecuatoriano a través de sus tiendas de ropa Buggatti, y otra, responsable de hacer lo mismo pero con medios impresos (con la revista Dolce Vita y con la reciente Gentleman).

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