Sarayaku
Llamados ‘río de maíz’ se presentan ante la opinión pública ecuatoriana como una minoría modelo que ha tenido éxito en la Amazonía por sus diferencias biológicas innatas. Hay fuerzas culturales que están influyendo. Parecería que su diversidad se basa en tres rasgos característicos.
El primero es un complejo de superioridad; una muy profundamente asentada creencia en su excepcionalidad. El segundo rasgo parecería lo opuesto, inseguridad; un sentimiento de que aquello que han hecho no es suficiente. Y el tercero es su control sobre sus impulsos. Este triple paquete de rasgos lo tienen casi todos los grupos sociales, pero a los sarayakus se los han inculcado intensamente y con mayor insistencia, por lo cual han obtenido éxito y reconocimiento internacional.
Es raro pensar que haya gente que simultáneamente sientan superioridad e inseguridad. Pero es precisamente esta inestable combinación que genera su motivación. La necesidad de retar a la autoridad y una necesidad acuciosa de probarse a ellos de lo que son capaces. Si le añadimos el control de sus impulsos, la habilidad que tienen para resistir las tentaciones de poder, tenemos como resultado gente que sistemáticamente sacrifica la gratificación presente para conseguir un logro futuro.
Irónicamente, cada elemento de este triple paquete de rasgos viola el dogma central del pensamiento actual de la Revolución Ciudadana, que cree que la superioridad de un grupo es especialmente vistosa y peligrosa.
Además, el éxito alcanzado por la etnia sarayaku con este triple paquete de rasgos tiene un precio. Cada rasgo tiene en sí mismo una patología: el control de los impulsos puede reducir la habilidad de gozar de la belleza, tranquilidad y el gozo espontáneo. Como gente insegura, piensan que no son lo suficientemente buenos; que pueden y deben alcanzar muchos más logros para su etnia y para toda la sociedad. Un complejo de superioridad deriva en una actitud envidiosa. Los reclamos de supremacía grupal han sido una fuente de opresión, guerra y genocidio a través de la historia. Pero los sarayakus han tenido la maestría para hacerlo menos feo, pues son una minoría que lucha como un ejército contra los prejuicios y hostilidad de la mayoría; pero el orgullo étnico o el celo religioso puede transformarse fácilmente en intolerancia.
Aun si funciona en forma relativamente benigna como un motor de éxito, la combinación de estos tres rasgos puede aprisionar a su gente, precisamente por la clase de éxito que quiere promover.
Los individuos que se esfuerzan por éxito material pueden muy fácilmente focalizarse en prestigio y dinero y descuidar su propia valía. Su superioridad no tiene por qué ser étnica; más bien debería ser el orgullo en su propia fuerza de voluntad, perseverancia y motivación.