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No hay crimen perfecto...

No hay crimen perfecto, es la frase atribuida a Edgar Alan Poe y que con el tiempo se le ha ido agregando como aquello de que no hay crimen perfecto sino mal investigado o malos investigadores.

Y es que esas reflexiones nos llevan al nueve de agosto de 2023. Fueron dos años del magnicidio de Fernando Villavicencio, un hombre libre y de buenas costumbres que llevaba mucho tiempo cincelando la piedra bruta en ese afán de plasmar principios en la política ecuatoriana, pero que como todo líder que le apuesta a un cambio y toca estructuras sagradas, le llegó la bala asesina.

Es irresponsable ir dejando abiertos asesinatos, o cerrándolos cuando la justicia atrapa al matón, que no es el verdadero asesino, que es apenas un miserable que cobró para acabar con la vida de una persona. Y eso es exactamente lo que está haciendo Fiscalía, cuando ya ha pedido que un juez ponga fecha para atribuir a cuatro personas la autoría intelectual en el magnicidio de Fernando Villavicencio; todo ello merced al derecho que tiene la victima de conocer la verdad, en este caso sus hijas, que no dieron brazo a torcer, y hoy por hoy, ya hay presunciones de quienes maquinaron el asesinato de su padre y por eso serán sentados en el banquillo de los acusados y ante todo un pueblo que estoicamente ha sido testigo de este magnicidio como de otros que se han dado en la historia del Ecuador.

Su muerte no solo significó una pérdida irreparable para su familia, sino también un golpe para toda la sociedad que lucha contra la corrupción y el crimen organizado. El magnicidio es la muerte dada violentamente a una persona muy importante por su cargo o su poder, usualmente una figura política; por lo que el autor se llama magnicida, quien suele tener una motivación ideológica o política, y la intención de eliminar un adversario o contrario, que considera un obstáculo para llevar a cabo sus planes.

Dos momentos en este hecho horrendo. El primero, cuando la justicia sancionó a cinco de los sicarios, porque a los otros les llevó el diablo y murieron en su ley. Y el segundo, el que estamos para presenciar, porque, aunque se haya atrapado al sicario, los ecuatorianos requerimos que el asesino intelectual sea llevado a juicio y que su nombre se cuelgue en prensa, radio, televisión y redes sociales; y poder señalar al verdugo y purgarnos desde adentro.

Y para concluir, la verdad, como el aceite, queda encima siempre, o como dice la abuela de la casa, no hay crimen perfecto sino asesinos con suerte.