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El Telégrafo
Gabriel Hidalgo Andrade

Trujillo el héroe

26 de mayo de 2019 - 00:00

Julio César Trujillo no fue un mártir. Eso intentan decir, con poca suerte, sus adversarios políticos. Denuncian que tener una ideología, una filosofía de vida o una invulnerable decencia es incorrecto porque esas no son cualidades que se convalidan con la imaginaría, tiránica, unívoca e intolerante ideología que ellos profesan. Pero descuidan lo más importante: Trujillo llegó para liberar a un pueblo de la corrupción y eso lo convierte en un héroe, no en un mártir. Los mártires son víctimas de un poder superior o los caídos en una batalla en la que se pierde. En Trujillo no hay el alma del caído, de la víctima hay el espíritu inmortal del héroe.

La propaganda de más de una década instaló en la mente del espectador la idea de la emancipación bajo los métodos del escarnio público. Tanto aficionados como detractores creyeron y creen todavía que a las injusticias se las enfrenta con insultos, que los insultadores deben ser exaltados como los auténticos mártires y que estos son la patria. Los demás, los fundadores de la decencia, en todos los tiempos, originarios de la ideología política que fuera, merecen menos que una palmada en la espalda porque no han sido apaleados como los pobres atormentados de un sistema que otros instalan y que ellos perennizan con su actuación de víctimas. Es el símil de una religión fanática que compra devotos con favores y detractores con escarnios y palizas. En ambos casos los métodos, las ofensas y las finalidades son las mismas, aunque con distintos resultados, porque unos dañan mientras los últimos resultan dañados.

Julio César Trujillo es un héroe, no un mártir. Mártires políticos de la nueva era necesitan los asustadizos que han perdido una batalla imaginaria utilizando las armas de los vencedores. Trujillo es un héroe porque vino a emanciparnos con la serenidad de un ser humano íntegro, con la decencia de un hombre de fe, con la lucidez de un intelectual intachable. (O)

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