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El Telégrafo
José Velásquez

Mi torre gemela

09 de septiembre de 2019 - 00:00

Hay una generación entera que no siguió en directo el horror de ese martes neoyorquino cuando caían las torres y se levantaba el miedo. Pero sería impensable que en EE.UU. esos chicos menores de 18 años no hayan sido expuestos a la historia en casas y escuelas. La memoria es algo que se va puliendo con los años.

La comunidad judía es el ejemplo más icónico de cómo la tragedia recordada se convierte en una fortaleza colectiva. El Holocausto los abandera y los arropa desde que nacen hasta que se despiden del mundo. Cualquier nación crece tras la victoria, pero no cualquiera logra fortalecerse después de la desgracia. No basta con reemplazar la infraestructura o indemnizar. La clave está en las lecciones aprendidas.

¿Cuál es el evento más desolador en Ecuador en los últimos 20 años? ¿La guerra con Perú? ¿La crisis financiera? ¿El terremoto de 2016? ¿Y qué aprendimos? ¿Qué cambió para evitar que estemos tan expuestos? Nuestros hijos difícilmente podrían resumir racionalmente lo sucedido porque estos eventos no hacen parte de su formación formal o doméstica.  

El concepto de memoria se degeneró en el país porque se lo manipuló desde el poder político. En el Museo del 911 en Nueva York se honra a los ecuatorianos fallecidos. Sus fotos e historias se exponen para nutrir la conciencia y posiblemente sus familiares tienen más atención allá que acá.

No sabemos cicatrizar. No hace falta que mueran 3.000 personas para replantear una agenda. Creemos que si la herida no es mortal no merece sutura. Panamá, Costa Rica y Chile lo hicieron bien. Pero Argentina y Brasil tienen memoria corta: la recurrencia cíclica de problemas financieros, monetarios y de transparencia revelan que la reflexión no es su fuerte.

En Ecuador la memoria también es selectiva. No se han repetido casos como el de Daniel Camargo, pero tenemos algunos perfiles, como Jonathan Carrillo. Después de los hermanos Restrepo, aún sumamos desaparecidos, como David Romo. Seguimos votando por bravucones o mesías caducos.

No aprendimos de las tragedias nacionales ni de las desgracias humanas de dominio público. El disco duro está lleno de leyendas y escaso de realidades. Podríamos empezar conociendo las historias de los 15 compatriotas de las Torres Gemelas. (O)

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