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Mis amigos musulmanes

15 de agosto de 2012

En estos próximos días de agosto termina el mes de ayuno de los musulmanes. Aunque en nuestro país los creyentes del islam o religión musulmana sean minoritarios, es bueno saludarlos y felicitarlos. Personalmente me honra una amistad discreta con su representante en Quito, por nuestra participación en varios actos entre distintas religiones.

En tiempos en que los grandes medios de comunicación social buscan presentarnos a los musulmanes y árabes como terroristas es bueno reconocer el valor de esta religión, tal como lo dijo el papa Juan Pablo 2º en su visita a Casablanca, Marruecos: “Los cristianos estamos también orgullosos de vuestra tradición religiosa”. Notemos que los musulmanes, que cuentan con millones de creyentes por todo el mundo, tienen su propio calendario iniciado en 610: para ellos ahora comienza el año 1433.

La religión musulmana inició con el profeta Mahoma, nacido en Arabia Saudita en 580 de nuestra era, y está presente en todos los continentes. La fe musulmana se basa en 5 pilares: la fe en el Dios único de Abraham, los rezos diarios y la oración comunitaria del día viernes, la limosna para los pobres, el ayuno anual de un mes completo y el peregrinaje, al menos una vez en la vida, a La Meca, ciudad santa de Arabia Saudita.

Su libro sagrado es el Corán, compuesto de sentencias, leyes y normas del profeta Mahoma. Por proclamar su fe en el Dios de Abraham, el Corán asume una parte significativa de la Biblia cristiana; Mahoma se presentaba como el “último profeta anunciado por Jesús, el profeta mayor”; María, la madre de Jesús, es nombrada en el Corán.

Es bueno también recordar que Europa se nutrió de la civilización árabe, en particular en la filosofía, las letras, las matemáticas, la arquitectura… y que España estuvo durante 8 siglos bajo la dominación árabe. Hoy en todo el planeta se usan las “cifras árabes” cuya característica era el número cero.

Agradecemos a los musulmanes por las riquezas de su fe: nos ayudan a conocer mejor a Dios, ya que ninguna religión tiene la exclusividad de Dios y nos enriquecemos de nuestras particulares comprensiones. Ya nos previno el mismo Jesús en su diálogo con una mujer samaritana, de una región mal vista por las autoridades judías de Jerusalén: “Se adorará al Padre, pero ya no en este cerro ni en Jerusalén: los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad”.

Gracias, hermanas y hermanos musulmanes, por darnos un gran testimonio de adoración y servicio a Dios.

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