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El Telégrafo

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Simón Valdivieso Vintimilla

Los pastores

01 de mayo de 2025

Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas, dice la abuela de la casa. Y es que ese pensamiento del acervo popular nos cae como anillo al dedo para comentar con respecto a un “personaje” que desde fuera en forma sistemática hace mucho daño a los ecuatorianos, y se enrostra en el caudillo de la revolución de papel, porque cierto es que el autócrata no sintoniza con la democracia, porque representa la imposición de una sola voluntad.

El liderazgo autocrático también conocido como autoritario se da cuando un solo individuo asume todas las decisiones, no admite errores, mientras que las personas a su cargo se limitan a seguir las órdenes recibidas. Exactamente eso es lo que está sucediendo desde hace algunos años, ya cuando gobernante y hoy desde el auto exilio porque tiene a su haber una sentencia a la que la teme enfrentar.

Y es que en un reino ficticio donde las voces del pueblo en algún momento tejieron la urdimbre de la libertad, surgió el caudillo. Se proclamó guardián de la voluntad popular y, con palabras dulces, convenció a muchos de que su mando era necesarioy que de tanto adulo que recibía, decidió hablar solo. Se sentó en un trono imaginario y se coronó a sí mismo y dijo, a partir de ahora yo seré la voz de todos.

Al principio, sus acciones parecían justas, organizó elecciones, y hablaba en nombre del pueblo. Pero, poco a poco, las voces disidentes fueron silenciadas, los medios de comunicación controlados, las instituciones independientes desmanteladas, escribía historias, inventaba enemigos, fabricaba victorias, su voz se volvió ley y su palabra, verdad. Algunos se rieron, otros, por miedo, asintieron. Y así, en el silencio impuesto, el autócrata reinó, no por el amor de su pueblo, sino por el temor que infundía. La democracia no murió, sino que fue asfixiada lentamente.

Y como nadie contradecía su palabra, empezó a creer que era eterno; pero como dice la abuela de la casa, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, la democracia despertó y en menos que cante un gallo por cuatro ocasiones derrotó en las urnas al autócrata representado en sus marionetas, una que tomó el mote de Rana René, el títere verde de Disney.

El autócrata intentó gritar más fuerte, pero se olvidóde que la voz de uno solo no puede contra el rumor de todos. Un día, cuando abrió la boca para hablar, descubrió que nadie lo escuchaba ya. Ergo, la democracia no lo destruyó, simplemente lo olvidó. La caída del autócrata no es violenta: es el olvido, que para un tirano es la muerte verdadera.

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