En democracia participativa, la mayor expresión de ella, es consultar al pueblo, sobre temas trascendentes que de forma directa y soberana ha de decidir, se entiende en su beneficio, y no en contra de intereses de grupos de ciudadanos.
La consulta sí puede dar lugar a la recuperación de derechos usurpados en alguna anterior, por ejemplo en aquella nefasta que dio lugar al impedimento de actividades comerciales y tradicionales como: los casinos, las corridas de toros, las apuestas, que son fuentes de producción y turismo en otros lares.
Es necesario apuntar que: ” La palabra pueblo se refiere a la sociedad en su conjunto y no a una clase social o a otra, ni siquiera a la más numerosa” tal cual Rodrigo Borja Cevallos, apunta en su valiosa obra Enciclopedia de la Política. Dicho de otra forma, pueblo somos todos los ciudadanos del Estado Ecuatoriano, sin distinciones, ni diferencia de ningún tipo.
La maniquea repetición de que pueblo son los menos favorecidos económicamente, es una utilización politiquera del término, que pretende siempre el enfrentamiento social, no el encuentro, sino la división, la incordia, la ruptura, de la que sacan beneficio los extremistas, los populistas, los que pescan a río revuelto en cada una de sus acciones que procuran la disgregación popular, para luego, entre ellos, lograr jugosas reparticiones de todo tipo, acabamos de pasar y de comprobar, sobre todo en temas de corruptela catorce años de tales prácticas.
Dividir para reinar, y luego repartir, el país se sabe de memoria la reciente historia, aunque algunos a conciencia y conveniencia pretenden ignorarla.
El Presidente Guillermo Lasso en sus primeros cien días ha sido consecuente con su propuesta de buscar encuentros, acercamientos, alianzas que permitan al Ecuador progresos, análisis, en temas políticos, económicos, sociales, laborales, de salud, educación, seguridad interna y externa, seguridad ciudadana, tenencia de armas , gobernabilidad, lo que no ha tenido la acogida deseada en grupos identificados de legisladores en la Asamblea Nacional, opositores del gobierno, fundamentalistas, discrepantes sobre todo luego de la posesión del mandatario quien no accedió a ser parte de un pacto legislativo entre correístas y socialcristianos, quienes a la época se suponía eran polos opuestos, irreconciliables.
El país con beneplácito acogió la actitud del primer mandatario, que no se asimiló a un pacto tenebroso que sembró de dudas. La negativa del presidente Lasso le significó tener en contra a una mayoría de asambleístas que en la otra orilla del gobernante están dispuestos a mutilar lo que él proponga ante el Poder Legislativo.
La consulta popular, la expresión rotunda del pueblo, del mandante, romperá las ataduras que entraban por ejemplo la eliminación del invento correista elevado a poder del estado, llamado Consejo de Participación Ciudadana, tema político trascendente y otros que abarcan normas de tipo económico y social, que se requieren para reactivar la economía y aliviar la carga estatal al propio pueblo, lastre del gobierno pasado que ahora está enrocado en una Constitución paquidérmica, hecha en Montecristi, para sostener a un Estado totalitario y a un presidente autócrata.
“La consulta es sí o sí”, ha dicho Lasso, tal es la resolución del ciudadano Presidente de la Republica y será el pueblo, el que apoye o no, en democracia como está previsto, lo que él dentro de sus facultades constitucionales proponga.
Al votar directamente, el pueblo o sea todos los que estamos en capacidad legal de hacerlo, marcaremos el destino que deseamos para sacar al Ecuador adelante o para terminar de hundirlo en el fango socialista que nos legó postración, corrupción y deudas.