En tiempos de coronavirus, tal vez más que en otros, una política adecuada es mirar lo que hacen otros países, aprender rápidamente lo que funciona y lo que no, para tratar de evitar repetir los errores, que, en este caso podrían ser fatales para las poblaciones.
Cuando se anuncia que en el Ecuador, a partir del cuatro de mayo se liberarán ciertas actividades y se permitirá una mayor circulación, es necesario puntualizar que esto no quiere decir relajación de las medidas de seguridad, que son imprescindibles para evitar que los contagios se multipliquen.
Así, hay necesidad de proteger la salud de los mayores de 70 años, porque se ha demostrado que los casos de afección pueden ser más graves y mortales.
De igual manera, las personas que tienen enfermedades tales como hipertensión, diabetes, cardiopatías, van a tener que seguir en aislamiento total, con los cuidados que sus familias deban brindarles.
El distanciamiento social marcado por los dos metros de seguridad, el uso de mascarillas, la desinfección de locales, van a ser la pauta, así como la aplicación de más test para determinar quiénes han sido contagiados.
Todo aquello va a ser parte de esa nueva normalidad de la que tanto se habla, y a la que tendremos que someternos si queremos proteger la vida de nuestra familia, la de nosotros, la del entorno en el que vivimos.
Hay que apelar a la disciplina personal para que esto funcione; cada uno debe generar estos nuevos hábitos, sin esperar que las sanciones proliferen. No es posible tener un vigilante para cada persona; no se trata de cumplir las reglas porque son una obligación, sino porque son lo mejor para nuestra salud y también para que se recupere la economía del país. (O)
