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El Telégrafo
Mariana Velasco

Apellidos que ‘‘adornan’’

02 de agosto de 2023

Existe la desagradable impresión de que la medicina y la pelvis femenina son un campo dominado por hombres y persisten porque son memorables, reconocibles y al menos para los médicos, resultan términos familiares. Surge la inquietud del por qué tantas partes del cuerpo femenino rinden homenaje a los científicos varones.

Para no pecar de  injusta, hay que reconocer que para un grupo de médicos, las  palabras importan, porque pretende desterrar a la ‘‘vergüenza’’ de la anatomía femenina.

Si se estudia el mapa de esta región se encuentra una serie de puntos de referencia desconocidos: el canal de Alcock, el saco de Douglas, las glándulas de Bartolino, las trompas de Falopio. Todas esas partes del cuerpo tienen el nombre de personas que se cree que las “descubrieron”. Son reliquias de una época en que el cuerpo femenino se consideraba tierra incógnita, un lugar que las grandes mentes de la medicina podían explorar, vigilar y reclamar.

Científicamente, los anatomistas desaprueban, por varias razones, nombrar partes del organismo en honor a personas. Es de esperar que pronto estos términos dejen de usarse en medicina.

Al parecer estos vocablos son inútiles y dan poca información sobre lo que realmente hace cada parte del organismo.  Algunos apellidos ‘’ adornan’’ múltiples partes y generan confusión de acuerdo con anatomistas consultados: hay apellidos que compiten por el nombre de la misma parte del cuerpo. Ejemplo de ello, los cuerpos de Arantius se los conoce también como nódulos de Morgagni.

¿Y qué decir de Gabriele Falloppio? Reclama un tubo, un canal, un músculo y una válvula, además de una planta de trigo sarraceno. A pesar de que el nombre oficial es el de tubos uterinos, mujeres y hombres hablan de las trompas de Falloppio (1523-1562), debido al sacerdote y anatomista católico, quien determinó que estas delgadas estructuras en forma de trompeta, conectan el útero con los ovarios.

Una de las pocas mujeres incluidas en los atlas del cuerpo humano es Raissa Nitabuch, una patóloga rusa del siglo XIX cuyo nombre está vinculado a una membrana de la placenta madura llamada capa de Nitabuch.

En 1950, Ernst Gräfenberg, ginecólogo alemán, describió al clítoris interno como un área particularmente sensible que se ubica aproximadamente a la mitad de la vagina (en el lado del vientre) y la consideró como “una zona erótica primaria, quizás más importante que el clítoris”, de allí el nombre de punto G.  

Cuando se habla de folículo ovárico, se reconoce a Regnier de Graaf, médico holandés, por ser el primero en observar las protuberancias nudosas en el ovario que ahora son conocidas como folículos y que contienen el óvulo, los líquidos y otras células.

Cuando el ginecólogo habla de los Músculos de Kegel, se refiere a músculos del suelo pélvico. El trampolín de músculos, en forma de cuenco, que recubre la pelvis ósea y sostiene la vejiga, el recto y el útero lleva el nombre informal de Arnold Kegel (1894-1972), un ginecólogo estadounidense que recomendó ejercitarlos después del parto. Estos músculos son vitales también para la micción, el orgasmo y la retención de gases.

Alguna vez deben haber escuchado hablar sobre las Glándulas de Bartolino, para referirse a las glándulas vestibulares mayores a cada lado de la abertura vaginal que se conectan a dos sacos del tamaño de un guisante que producen un líquido lubricante. El anatomista danés Gaspar Bartolino, también es inquilino. Ni mencionar el Saco de Douglas o las Glándulas de Skene.

De forma oficial, en 1895, se prohibió el uso de estos vocablos pero de manera extraoficial están en todas partes. Un reciente recuento encontró al menos 700 casos en el cuerpo humano y la mayoría de ellos, conserva nombres de hombres.

 

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