Nos sobraron palabras, nos faltaron líneas
Los artículos de opinión en los diarios son un subgénero del periodismo que representa el pensamiento de cada escritor, quien emplea un lenguaje sencillo, claro, conciso, ameno y sucinto, para referirse a un asunto relevante, pertinente y actual.
Como los artículos van firmados, son de entera responsabilidad del autor y debe respetarse desde el título hasta el punto final. Así debe aplicarlo, con rigor, quien lo recibe en la Redacción y lo acopla en las respectivas cajas y páginas.
Hay que tomar en cuenta que quienes escriben artículos de opinión cumplen una colaboración externa y gozan de independencia de criterio con respecto a la línea editorial del diario.
Son de reconocido prestigio, credibilidad y autoridad con respecto a temas o áreas puntuales del conocimiento, las letras, la política u otras. No necesariamente son periodistas, pero ilustran con su opinión e interpretación, escriben argumentada y analíticamente, orientan y expresan una postura, su sentir y pensar.
No es menos cierto que en ocasiones, a pesar de conocer el número de caracteres a enviar, los articulistas producen títulos y textos largos que no caben en espacios diseñados. Pero no por eso, quien recibe su material está facultado a cambiar o mutilar nada. Debe consultar al autor qué se podría ajustar o quitar para que no pierda la idea o substancia, y así evitar malos entendidos y malestares.
Es necesario todo este prefacio porque vale reconocer y presentar disculpas a los autores y lectores porque en EL TELÉGRAFO se han dado casos en que se alteró la estructura del artículo, compuesto por: el título (que condensa la esencia del texto en un número limitado de palabras); la introducción (primera parte donde se adelantan ideas principales sobre el asunto que aborda); el cuerpo (analiza las principales ideas del tema y esgrime argumentos); y, la conclusión (donde el autor presenta su opinión y recomienda algo o invita a tomar una acción).
El domingo pasado, en la página 16, se alteró el título del artículo de Santiago Roldós, quien con justa razón hizo notar que puso: ‘No sólo nos faltaban tres’, pero se publicó: ‘Nos sobran’.
No hubo mala fe de quien ensambló el texto. Tal vez le sobró palabras y le faltó líneas, por ello lo cambió. ¡Mil disculpas!
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Defensoría de las Audiencias, artículo 73 de la Ley de Comunicación.