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Los brujos capturados se niegan a dar los nombres de sus clientes
Los niños en Uganda son sacrificados por dinero y poder
“Cuando me desperté, mi hermana estaba muerta, cortada por todas partes”, cuenta Kanani. El corazón y el clítoris de Sylvia, de 8 años, le fueron extirpados con un cuchillo, víctima de un sacrificio que los curanderos creen da suerte y éxito.
Con la llegada de las elecciones generales, previstas en 2016, las autoridades de Uganda temen un aumento del número de este tipo de sacrificios, tan frecuentes que desde 2009 existe una fuerza especial de la policía para combatirlos.
En febrero de 2013 Kanani y Sylvia, que entonces tenían 9 y 8 años, estaban dando de pastar al rebaño de su familia cuando un hombre que apenas conocían se acercó y les llevó a un bosque cercano.
Este hombre, Sperito Bisekwa, atacó primero a Kanani. “Me agarró, me estranguló”, cuenta el niño que vio luego el cuerpo mutilado de su hermana pequeña.
Su corazón y su clítoris fueron extirpados para ser utilizados en rituales de brujería, según la policía.
El dinero y el poder que presuntamente otorgan los sacrificios son el principal motivo de estos crímenes, que se multiplicarían en período electoral.
Moses Binoga, jefe de la fuerza especial contra los sacrificios humanos, confirma que “en vísperas de elecciones se puede ver a los ugandeses, incluso a autoridades importantes, ir a visitar al hechicero”.
“Algunos están dispuestos a todo. Si les dicen tienes que sacrificar un niño para ganar un escaño, lo hacen”, lamenta el policía.
Las estadísticas oficiales muestran que de un caso reportado en 2006 pasaron a 29 registrados en 2009, reportó The Independent.
Datos recientes indican que desde principios de 2015 la policía ha recibido 5 denuncias de crímenes rituales, frente a las 9 del año pasado. Según las asociaciones, estas cifras están lejos de la realidad.
Una investigación conducida por la BBC reportó en 2011 que las redes de tráfico estaban sacando niños de África para rituales y sacrificios; incluso hallaron sangre humana en poder de brujos en el Reino Unido.
En 2009, el aumento de este tipo de muertes llevó a crear la ONG Kyampsi Childcare Ministries (KCM), que ayuda a los supervivientes y las familias de las víctimas.
KCM atiende varios casos cada mes, según Shelin Kasozi, una de sus miembros, que señala que los cómplices de crímenes rituales están en “todas las clases sociales” del país.
“Los ricos creen que gracias a un sacrificio sus negocios van a prosperar, y los pobres creen que van a hacerse ricos si sacrifican a un niño”, asegura.
Genitales amputados
Kazozi cuenta la historia de un empresario “muy, muy rico” de Kampala, Godfrey Karo Kajubi, condenado a cadena perpetua en 2012 por sacrificar a un niño de 12 años que fue encontrado decapitado y con los genitales amputados.
La desaparición de niños cuando vuelven del colegio o van a buscar agua a los pozos son cada vez más frecuentes en todo el país.
En algunos casos se han encontrado más tarde sus miembros amputados en bosques o zonas en obras. En pocos casos se persigue a los hechiceros que organizan los secuestros y las muertes rituales, explica Moses Binoga, y además estos se niegan a dar el nombre de sus clientes a los que prometen riqueza, fertilidad o vigor sexual.
Sperito Bisekwa se declaró culpable del ataque contra Kanani y Sylvia, de febrero de 2013 en la ciudad de Nansaka, a 130 kilómetros al norte de Kampala. Ahora cumple una pena de 10 años de prisión por el intento de asesinato de Kanani, de quien confesó que quería sustraer la sangre.
Bisekwa reconoció haber enviado los órganos de la niña a su hermano, un hechicero que prometió pagarle 14.600 euros ($ 16.400).
El padre de Kanani y de Sylvia, Joseph Nankunda, pide que el asesino de su hija sea condenado a muerte. “Quiero que sirva de ejemplo para los demás”, reclama.
En febrero el gobierno ugandés lanzó un plan nacional contra los crímenes rituales y un antiguo hechicero intenta convencer ahora al resto de seguir sus pasos y destruir sus templos. Pero para Binoga todavía queda mucho por hacer. “Mientras los beneficiarios del crimen sigan creyendo en la eficacia de sacrificar niños, la práctica continuará”, advierte. (I)
Un país azotado por la violencia y las guerrillas
Uganda es un país situado en la línea ecuatorial, en el centro de África. Su población, unos 77,5 millones de habitantes, es principalmente de origen campesino, dividida en tribus étnicas.
Está gobernada por un parlamento integrado por 292 miembros y con Yoweri Museveni, de 70 años de edad, como jefe de Estado desde 1986. La oposición acusa al presidente de liderar una administración corrupta y que abusa del Ejército y del Estado para perpetuarse en el poder y ha formado una coalición para vencerlos en las próximas elecciones generales.
En la zona sur del país, la más pobre, se asientan las bases del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, según sus siglas en inglés), la guerrilla que tiene en jaque al gobierno del país, y es a su vez donde más fuerte se hace sentir la violencia.
Las ONG hablan de más de 20.000 menores secuestrados por esta guerrilla. En el caso de los niños, pasan a formar parte de las tropas del LRA, donde se les convence de su inmunidad ante las balas gracias a la protección que les confiere Dios. Las niñas, por su parte, son usadas como esclavas sexuales o, en el mejor de los casos, obligadas a realizar las tareas domésticas.
Además, otro de los grandes problemas a los que debe hacer frente el país es el de las enfermedades. Uganda no solo combate el SIDA, sino que la sífilis y el ébola se han expandido entre la población en los últimos años. (I)