En medio de una inmensa expectativa, Jorge Sampaoli regresó ayer a Santiago tras participar en Zúrich, Suiza, en la ceremonia del Balón de Oro, galardón que no obtuvo como mejor técnico. A su regreso a la capital chilena fue recibido con insultos y palabras de todo calibre. Por la tarde leyó un comunicado en la sede de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, en la que no esclareció su futuro deportivo.    

Vestido con el buzo de la selección chilena, Sampaoli no se pronunció sobre la esperada renuncia a la Roja, pero tampoco fue claro sobre su continuidad. Eso sí, en todo momento intentó desmentir informaciones sobre que se sentía “rehén” y que no quería vivir más en Chile. “No es verdad que no quiero vivir ni trabajar en Chile”, dijo, visiblemente nervioso, ante decenas de periodistas y camarógrafos, y acompañado de su ayudante, Jorge Desio.

“Se especuló con que tenía cuentas en paraísos fiscales. Organismos oficiales lo aclararon. Intentaron dañarme a mí e indirectamente al país por el cargo que hoy ocupo”.

Sin embargo, no esclareció sus pasos a seguir y tampoco se refirió a la cláusula de rescisión de su contrato. En caso de renuncia, Sampaoli deberá pagar 6,3 millones de dólares. De esa manera, se especula que la intención del técnico es ganar tiempo para negociar su salida.

El hechizo entre la hinchada y el técnico se ha roto. Y las comparaciones entre la salida de Marcelo Bielsa a fines de 2012 y la renuncia de Sampaoli se han transformado en todo un tema entre los chilenos. Para muchos, aunque Bielsa no ganó nada, se fue como un caballero; mientras que Sampaoli ganó la Copa América, pero se ha visto envuelto en cuestionamientos extradeportivos. (I)