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María Espinoza es una de las últimas fabricantes de accesorios

Uso de la totora aún está vigente en una parroquia

Todos los días María Espinoza transporta varios de sus productos hasta la esquina de su local, ubicado a pocos metros de la vía de circunvalación, en Otavalo, para atraer a sus clientes.
Todos los días María Espinoza transporta varios de sus productos hasta la esquina de su local, ubicado a pocos metros de la vía de circunvalación, en Otavalo, para atraer a sus clientes.
Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
08 de abril de 2017 - 00:00 - Coralía Pérez

Otavalo.-

Los avances tecnológicos desplazan paulatinamente a las actividades artesanales en varias zonas del país.

La producción a escala industrial actualmente representa un peligro para aquellos pequeños productores, pues las máquinas dan más cantidad.

Sin embargo, en el Ecuador aún existen lugares donde los artículos elaborados a mano son valorados y preservados. Un ejemplo de ello es la parroquia Eugenio Espejo, en Imbabura, donde las artesanías realizadas manualmente a base de totora aún se conservan.

La parroquia, que cumplirá 108 años de vida civil el 26 de abril próximo, alberga un tradicional oficio que solo es posible gracias a la emblemática planta que crece en los bordes de los lagos San Pablo y Yahuarcocha.

La totora, según se explica en el blog Totora Ecuador, es una especie de junco de hasta 3 m de altura que crece a orillas de los lagos, en terrenos pantanosos o junto al mar, de tallo grueso, firme y cilíndrico.

Hasta hace algunos años, este material andino fue empleado para recubrir los techos en casonas antiguas de Imbabura debido a su resistencia y a sus propiedades para conservar el calor. También se la utiliza de forma medicinal como cicatrizante de heridas, y es empleada como una planta purificadora del agua contaminada y protectora de la erosión del suelo en las orillas de los lagos.

En Otavalo, cerca de 3 mil familias dependen del cultivo de esta planta y de las artesanías que de ella obtienen.

Con ella se elaboran desde pequeños llaveros, hasta juegos de sala; sillas, muebles, redes, balsas, cántaros, floreros, cobertizos, techos, entre otros objetos, conforman la gran variedad de productos elaborados a partir de esta fibra de textura versátil.

Una de las últimas artesanas que se dedican a este oficio en la parroquia es María Espinoza, de 54 años.

Diariamente, ella transporta varios productos hasta la esquina de su local, ubicado a pocos metros de la vía de circunvalación, en Otavalo, para que los posibles clientes los aprecien.

Espinoza cuenta que aprendió a tejer la planta gracias a su abuela y a su madre, a quienes siempre ayudó en la elaboración de artículos con totora, actividad que continúa siendo la principal fuente de ingresos de su hogar.

De igual forma, la artesana ha compartido sus conocimientos con sus cuatro hijas, quienes le ayudan a producir los artículos cuando tiene pedidos grandes.

Cuenta orgullosa que sus productos llegan a Quito, Machala, Guayaquil, Cuenca, el sur de Colombia y también a España gracias a los migrantes que “llevan un pedacito del país con ellos”.

La labor requiere de mucha habilidad y dedicación. Para fabricar una estera de 1.90 por 1.30, María invierte tres horas seguidas; su valor es de $ 5.

Para realizar cestos para ropa, paneras o canastos, el proceso toma un poco más de tiempo, “sobre todo porque hay que teñir la totora y tejerla con diferentes modelos”.

Espinoza cuenta con su propio terreno cerca del lago San Pablo, donde siembra la materia prima que tarda cinco meses en estar lista, posteriormente la cosecha la pone a secar y está lista para convertirse en un sinmúmero de artículos.

Esto le permite contar siempre con el material suficiente, y evitar la cosecha excesiva de la planta en los bordes del lago.

Moradores del sector reconocen la labor de la artesana. Vicente Flores, residente de la zona, asegura que “gracias a su trabajo se mantiene un poco las costumbres antiguas. También sería bueno que los jóvenes aprendan, para poder recuperar el oficio”. (I)

La totora pasa por un proceso de cosecha, secado y tinturado (ocasional), para posteriormente transformarse en paneras, llaveros, esteras, individuales, entre otros artículos para el hogar.  Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO

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