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El Telégrafo
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En las cúpulas también se evidenciaron las traiciones

Ambato también ‘aportó’ para la disolución de la unidad grancolombiana

Foto: Cortesía Pedro Reino/El Telégrafo
Foto: Cortesía Pedro Reino/El Telégrafo
02 de noviembre de 2014 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Partamos del documento con el que los ambateños, de esa época, se adhirieron a la resolución tomada desde el centralismo quiteño, respecto al apoyo a Flores que manejaba la idea de disolver la unidad de la llamada Gran Colombia.

“En la villa de San Juan de Ambato, 16 de mayo de 1830. Reunidas las corporaciones y padres de familia, por el señor Jefe Político Javier Villagómez, a consecuencia de habérseles invitado a instruirse del pronunciamiento  emitido en la capital del Distrito.

Relativo a la forma de gobierno que deben adoptar los pueblos del Sur, en circunstancias de hallarse disuelta la unión nacional, por los acontecimientos del Norte, y otras provincias de la República.

Leída el acta de dicha Capital, se adhirieron unánimemente los individuos que componen esta reunión, a todos los puntos contenidos en aquel documento.

Que hace mucho tiempo que ha experimentado el sistema central que regía antes la República era insuficiente para promover su felicidad respecto a que entre otros inconvenientes se tocaba el mayor de que las leyes sancionadas en el Congreso General eran, en la mayor parte, inadaptables al país y contrarias a su felicidad.

En su virtud acordaron: que se pronunciaban solemnemente por el mismo sistema adoptado en la Capital, mucho más cuando en los momentos peligrosos de una innovación, el juicio y probidad de los Señores que han suscrito aquella Acta, han colocado a la cabeza de nuestros destinos.

Al bien experto, prudente y sagaz Señor General de División Juan José Flores, de quien esperan todos los bienes que son consecuentes a un gobierno sabio y justo, no dudando que proceda a reunir, cuanto antes la Convención del Sur, que debe darnos una Constitución liberal y análoga a nuestros intereses.

Y fijar para siempre nuestros destinos, relacionándonos más estrechamente con los demás Estados en que se divida la República.

Protestando a la faz del público que no por este pronunciamiento, desconocemos los incomparables servicios con que Su Excelencia, el Libertador, ha sellado la libertad de nuestro Continente, elevando Colombia al más alto grado de gloria no menos que libertándole repetidas veces de los furores de la anarquía, cuyos paternales oficios inmortalizan nuestra gratitud.

A su consecuencia, informada la Junta de los términos de este acuerdo, ratificándolo de común consentimiento, lo firmaron todos los concurrentes, disponiendo que se elevase por el Señor Juez Político copia certificada, al Señor General Prefecto del Departamento.

Para que la transmita a su excelencia el señor Jefe Supremo. José Javier Villagómez, Próspero Vásconez, Tomás Sevilla, Fray José Duque, Fray Mariano Domingo Benítez. También, Pedro José Egüez, Antonio Valdiviezo, Rafael Albornoz, Joaquín de Saá, Francisco Flor, Pedro Sánchez, Diego Vela, José Vásconez, Alejando Arias.

Además, Antonio Cisneros, Feliz López, Manuel Albuja, Pedro Vaca, Manuel Cisneros, Juan Paredes y Ampudia, Juan Antonio Cajas, Juan Terán, Francisco Toro, Manuel Buenaño, Mariano Zapater, José Mariano Robledo, Tomás de Lagos.

Mariano Viteri, Posidio Valverde, Ignacio Albán, Manuel Tejada, Ignacio Vela, Felipe Ramírez, Luis López, Joaquín Castro, José Sánchez, Joaquín Fernández, José Romero, Tadeo Dávalos, Pedro Manuel Quiñones, Agustín Vaca y  Francisco Vásconez”.  “Es fiel copia del acta original que pende en el archivo de mi cargo, de la que saco y certifico fielmente, a que, en caso necesario, me remito, y para que de ello conste y obre el efecto que haya lugar, doy la presente y lo firmo.

En Ambato, mayo 17 de 1830. Firma, Agustín Vaca. Secretario”. Dato del Cronista de Ambato, Isaías Toro Ruiz, publicado en El Municipio, órgano de intereses municipales, Año XIV, Ambato noviembre de 1930, #209, p. 341 y 342.

El análisis del documento

Partamos de una apreciación y de una pregunta: ¿Por qué razones se cohesionan los pueblos?

Primeras razones: por las buenas y por las malas. Por las buenas, los pueblos se unen por la geografía, comercio, intereses políticos, haceres de la cultura, religión, sentido de defensa, y hasta por una curiosidad interactuante propia del espíritu humano. Parece contradictorio decir que los pueblos se ‘cohesionan’ por las guerras o por conquistas, aun desde la posición de los vencidos. El ejemplo somos los propios latinoamericanos. Desde la posición de los vencidos las etnias aborígenes, así como las afroamericanas ahora se presentan unidas para reclamar derechos.

También lo hemos hecho las sociedades mestizas. Las ‘víctimas’ somos productos de cohesiones de la manipulación política, religiosa, ideológica, económica y legal.

Por eso se ha llegado a decir que las esclavitudes son los únicos espacios donde se siente la solidaridad.

Los vencidos se hermanan en el dolor. En las cúpulas siempre se evidencian las traiciones. Nadie es igual a nadie en el poder.

Para que los pueblos se orienten a la cohesión necesitan una base lingüística. Cuando se comunican en una misma lengua, pasan al bilingüismo o al plurilingüismo para procurar entendimientos.

Esta misma base es relativa cuando operan los intereses de quienes ejercen control social, convirtiendo en subordinados a quienes entienden procesos verbales. Los grupos dominantes, con el manejo de una misma lengua, o la imposición de la suya, pasan a tener control estratégico y manipulador.

EL CENTRALISMO BURGUÉS ACABÓ CON UN GRAN IDEAL

El acuerdo (de la desintegración) me llevó a esta reflexión, porque quienes lo publican y así expresan su respaldo a los disociadores de la Patria Grande que fue Colombia constituida (Venezuela, Panamá, Colombia, Ecuador), dicen que tal separación se debió a la distancia del epicentro político: Bogotá.

¿Qué podemos decir de Washington, Nueva York, de Ciudad de México, Lima, Buenos Aires o Río de Janeiro? Las distancias nada tienen que ver con el manejo ideológico del centralismo burgués.

¿Acaso no se ha repetido la historia fragmentada en historieta? Los grandes distritos o departamentos fueron entendidos como estructuras de segunda y tercera clases, en las que los caciques locales, enriquecidos, convertidos en oligarcas sectoriales, reclamaban mayor poder y beneficios, para lo cual se valían del civismo.

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