Dos aspectos relevantes en lo que respecta al ejercicio clínico con adultos mayores son los prejuicios negativos hacia la vejez y la consideración de las creencias espirituales de los pacientes mayores.   

En primer lugar, así como cada sociedad produce un tipo de anciano, le define un papel y una imagen, la cultura occidental ha tendido a destacar los aspectos negativos de la vejez como una etapa triste y enferma.

Consecuencia de esta realidad socialmente construida es que, desde la infancia, las personas asumen estos valores y actitudes negativos de la sociedad hacia la vejez; y cuando llegan a viejos tienen que adaptarse a la imagen que han construido.

Y aunque esto no impide, sí limita en gran medida las posibilidades de ser viejo de otra manera y de concebir la vejez de una forma distinta, más positiva.

Afirmaciones como ‘viejo para nada’, ‘se ve usted cada día más joven’, ‘el alma no envejece’ pueden sonar como expresiones positivas pero revelan en el fondo la imagen de la vejez como algo feo, que se debe esconder por la reacción negativa que genera en la sociedad.

Cualquier etapa de la vida, como es la vejez, presenta conflictos y sufrimientos, pero a ellos se suma el enfrentar la propia muerte y la evaluación de la vida que suele ocurrir hacia el final de la misma.  Estudios geriátricos y psiquiátricos han mostrado que el temor a la muerte causa un estrés crónico que significa una disminución de la calidad de vida de los adultos mayores. (I)